Es evidente que el capitalismo imperialista de estos tiempos no dispone de un modelo alterno al neoliberalismo, al predominio del capital financiero-parasitario, al auge del militarismo y el guerrerismo como medios de acumulación y expansión; a su actual voracidad ecocida, a su consumo dispendioso y a los procesos de gansterización dentro de su propio sistema.
Dentro de ese entrampamiento, pese a la agresiva decadencia neoliberal -admitida por una parte de sus ideólogos- las cúpulas gobernantes-dominantes se limitan a recurrir al Estado, no para cambiar al modelo que las engorda, sino para salvar el gran capital privado y especialmente los grandes bancos a costa del empobrecimiento de los pueblos, potenciando los procesos privatizadores y la delincuencia estatal asociada a la empresarial privada.
Por eso sus ideólogos reiteran periódicamente más ajustes empobrecedores contra la gran mayoría de los/as trabajadores/as y contra toda la sociedad excluida y sectores medios situados al margen del poder; al tiempo de disponerse a saquear más intensa y extensamente los recursos naturales, provocando una espiral en el proceso de rebeldías crecientes (con un fuerte componente popular, juvenil y femenino), a la que responde con más represión y neofascismo dentro de un círculo vicioso y viciado.
Más allá de las nefastas consecuencias de la globalización del neoliberalismo a cargo del imperialismo occidental, sus centros de mando apuntan hacia la intensificación de la desintegración de las sociedades, a la profundización del caos y a la expansión de poderes capitalistas mafiosos, en la periferia y en las alturas del sistema.
Sus poderosas cúpulas, los mega-capitalistas que conforman la elite que domina el dinero y gran parte del mundo, y las elites de cada país, no contemplan ni admiten alteraciones del status quo, no ceden ni toleran sujetos políticos y sociales que opten por transformaciones que afecten sus intereses y su control sobre el Estado
Esto provoca de más en más la deslegitimación de la dominación neoliberal caracterizada por la hegemonía del capital financiero y del cogollo capitalista en general; deslegitimación expresada recientemente con más vigor en el auge de la indignación contra sus símbolos, sus representantes y sus nuevos programas empobrecedores.
Esto confirma lo afirmado por el investigador marxista argentino y entrañable amigo, ya fallecido, Jorge Beinstein- de que estamos en «el comienzo del fin de la hegemonía cultural del capitalismo que abre cauce a las transformaciones revolucionarias desde un sujeto universal anticapitalista en gestación que recupera las memorias populares de formas y convivencias igualitarias y/o solidarias. («COMUNISMO DEL SIGLO XXI» editora El Tapial, Caracas, Venezuela 2010)
La contrapartida al endurecimiento de este lumpen-capitalismo decadente y senil -todavía con bastantes limitaciones- es una creciente resistencia a la explotación, sobre explotación y exclusión social; al patriarcado, al racismo, a la xenofobia, a la homofobia, a la dictadura de los adultos y a todas las formas de discriminación funciónales a la tortuosa prolongación de su existencia.
De ahí la pertinencia de rearmar una nueva alternativa basada en la idea clave de la construcción de «una economía socialista y de un sistema democrático desde lo comunitario, de un relacionamiento dignificante entre los seres humanos y de una actitud de éstos respetuosa de la Madre Tierra»(obra citada); una opción revolucionaria reparadora de los graves daños causados a ella y a la humanidad por el capitalismo y las anteriores formaciones económico-sociales sentada en el poder de minorías.
Esa es la tendencia continental y mundial de estos tiempos, aunque algunos países luzcan temporalmente rezagados; no en cuanto a la crisis integral en expansión, pero si en el orden de las rebeldías multitudinarias necesarias y, sobre todo, su conducción hacia las transformaciones estructurales profundas.
En sentido general es muy notorio el déficit total o parcial en los necesarios procesos de conformación de las fuerzas de vanguardias, conductoras, articuladoras de la diversidad social y política transformadora; y retrasos en la elaboración de propuestas políticas alternativas impactantes al capitalismo y al imperialismo actual, definidamente revolucionarias, anticapitalistas y pro-socialistas.
· Responsabilidades ineludibles.
Nuestra América -desde finales del siglo pasado estremecida por un proceso en el que la dialéctica reformas-contrarreformas, y revolución vs contrarrevolución dominan su convulsionado escenario cargado de nuevas esperanzas y de nuevos riesgos- ya no se encuentra sola en cuanto a expresiones de indignación y rebeldía contra el capitalismo en su fase neoliberal y en franco declive, lo que implica un cambio de cantidad y cualidad en los desafíos del presente internacional para las fuerzas que asumimos la certeza de que otro mundo, un mundo solidario, es posible.
EEUU no sale del deterioro interno y hasta la vieja y “civilizada” Europa Occidental está convulsionada
Esto, junto al surgimiento de potencias emergentes de alto y mediano rango (China, Rusia Irán), y estados en vía de autodeterminación, que disputan la hegemonía a EEUU y sus aliados occidentales, determina un importante cambio en la correlación de fuerzas mundiales
Sin embargo, en todos los procesos-desafíos en dirección a la soberanía de los países neo-colonizados y en una gran parte de las crisis de gobernabilidad en el centro y en la periferia del sistema de dominación, resaltan los déficits en las definiciones o en la ejecución de estrategia innovadoras hacia el socialismo.
Sobresalen las carencias de modelos actualizados de transición revolucionaria, construcción de poder popular, conformación de vanguardias de nuevo tipo, definiciones acertadas de los roles de las fuerzas revolucionarias y de los Estados y gobiernos reformadores o transformadores.
Igual faltan fórmulas eficaces que garanticen procesos de desburocratización y de progresivas reducciones del poder del Estado a favor del poder de la sociedad, políticas de seguridad y defensa militar antiimperialista a implantar desde el pueblo y desde el nuevo Estado, y ejercicio consecuente de un renovado internacionalismo revolucionario.
Estos son déficits muy evidentes, aunque no uniformes ni idénticos en cada caso ni en todas las latitudes del planeta a la luz de las nuevas rebeldías sociales contra el statu quo.
Resaltan sí, en muchos casos, las ausencias, las precariedades y/o la dispersión de los núcleos iniciales llamados a conformar nuevas vanguardias o fuerzas de conducción de las nuevas revoluciones.
Diversas oleadas encierran un potencial revolucionario tanto en lo relativo a la insumisión de los/as de abajo como a sus capacidades para desplazar a los de arriba, pero no en cuanto a la necesaria presencia en esos procesos de pensamientos transformadores coherenciados, ni de consistentes estrategias revolucionarias (socialistas-comunistas), de organizaciones y direcciones políticas o político-sociales cualificadas y articuladoras de las multifacéticas indignaciones y rebeldías de los diversos movimientos y sujetos sociales potencialmente anticapitalistas.
Falta desarrollar a niveles más altos los factores cualitativos, articuladores y conductores de las rupturas y transiciones revolucionarias, y de la construcción de los nuevos poderes a nivel de sociedad y Estado, en tanto conciencia y organización surgidas de las formidables experiencias acumuladas por la humanidad.
Están pendientes de conformarse -en grado y circunstancias variadas- las nuevas vanguardias revolucionarias colectivas o fuerzas conductoras para los nuevos procesos de socialización y los nuevos tiempos, junto a sus respectivas direcciones revolucionarias legitimadas democráticamente por bases populares activas.
Estamos ante una crisis posiblemente terminal de la civilización burguesa, aunque vale decir que las crisis por sí solas no producen revoluciones, aunque éstas formen parte de sus precondiciones. Y este caso podría devenir en un caos prolongado y destructivo, muy perjudicial para la humanidad
Hay señales de que el capitalismo actual no puede salir por ahora de estas crisis y que es alto el déficit en la creación y desarrollo de los sujetos político-sociales transformadores, por lo que está claro que esta crisis de decadencia tiende a prolongarse, empeorarse y complicarse, con evidente perspectivas de rebeliones crecientes, por lo insoportables y agobiantes que resultan sus efectos contra la dignidad humana y la vida en el planeta.
No hay, por demás, países «blindados» respecto a esa perspectiva, incluidos aquellos cuyos movimientos de resistencia exhiben mayores dificultades para repuntar.
Situaciones así no son comunes. Ellas se presentan en determinados periodos históricos y ofrecen oportunidades excepcionales a las fuerzas con vocación transformadora y con determinación de ruptura del orden, más bien del desorden, dominante
En tales circunstancias el deber de los marxistas revolucionarios, caamañistas, bolivarianos, martianos, sanmartinianos, tupamaristas, guevaristas, maoístas, cristianos revolucionarios… de nuestra América, es promover esas justas rebeliones, apoyarlas, participar en ellas, hacerlas crecer y desde ellas construir nuevas fuerzas y propuestas transformadoras-alternativas vía creación de conciencia y organización con capacidad articuladora y conductora.
· República Dominicana no es excepción, pese a sus particularidades.
Las relaciones de poder en nuestro país tienen un profundo contenido de clase cruzado por múltiples discriminaciones que potencian el dominio de la clase capitalista (transnacional y local) y el predominio de una partidocracia asociada a ella en todas las políticas de explotación, exclusión y discriminación y en de todas las prácticas delictiva protegidas por una impunidad sistémica.
Capitalismo en su fase neoliberal endurecida, patriarcado, dictadura de los adultos sobre jóvenes y niños/as, desprecio por los/as adultos/as mayores, maltrato a inmigrantes pobres (con saña contra los nacionales haitianos-negros), homofobia, racismo, y depredación-contaminación ambiental con elevados costos para la nuevas generaciones… van de la mano en el ejercicio de los poderes establecidos a nivel de Estado, partidos, empresas, iglesias, familia y espacios territoriales, con un fuerte tono ultra conservador e incluso neofascista y eclesial.
La depredación-contaminación ambiental y la corrupción protegida e incentivada por la impunidad a nuevas y viejas vacas sagradas, agregan males mayores al capitalismo dependiente que impera en nuestro país. El eje de la misma, con el gobierno empresarial que preside Luis Abinader, se traslada a las cupular empresariales mediante un intenso y diverso tráfico de influencia bien protegido
En nuestra historia reciente la degradación moral de quienes detentan el poder es realmente alarmante. Igual la ofensiva destructiva contra el patrimonio natural de la Nación: sus costas, manglares, bosques, ríos, montañas, fuentes de agua…
En tales condiciones solo los movimientos sociales y políticos-sociales en lucha y las corrientes políticas revolucionarias impugnadoras de esta seudo-democracia podrían superar ese tranque paralizante; lo que en lo inmediato implica una línea de confrontación con el régimen actualmente encabezado por el por el PRM-Abinader y su Gobierno Empresarial y neocolonial.
Y en ese tenor tiene extraordinaria importancia asumir sin vacilaciones el formidable movimiento por el agua y por la vida que está confrontando la minería destructiva y todas las variantes de depredación, desertificación y contaminación ambiental, y relanzar con fuerza el movimiento contra la corrupción y por el fin de la impunidad.
Con mucha atención e impulso, además, tanto a las potencialidades del reclamo del derecho del pueblo a la salud y la educación en medio del desastre en las políticas públicas implementadas, como del rechazo ascendente a la violencia de género que lacera cruelmente al componente femenino de nuestra la sociedad.
Desde ese torrente, salir del tranque y superar el retraso en las transformaciones necesarias, exige asumir una propuesta política que impugne el actual régimen político-institucional y enfrente la dinámica neoliberal en expansión desde claras definiciones antiimperialistas y anticapitalistas y desde una avalancha popular incontenible.
Se necesita, por tanto, sustentar y reforzar la determinación de arrinconar, fracturar y reemplazar esta institucionalidad, este poder constituido, esta Constitución del 2010 y este modelo socio-económico; desplegando frontalmente la lucha contra este gobierno y contra las alternativas de relevo a cargo de las derechas.
Esto solo podría lograrse mediante un intenso ejercicio de la democracia de calle y a través de una vía extra institucional que posibilite desbordar y superar un sistema electoral antidemocrático, actualmente bajo férreo control del bloque dominante en el contexto de una democracia representativa pervertida por el poder del dinero y blindada por la Constitución vigente y las instituciones y leyes derivadas.