SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Las normas legales, expuestas de manera selectiva y hasta sospechosa, no pueden ser un obstáculo para que la justicia dominicana viabilice el castigo a quienes han cometido graves delitos en el país, sin importar la alta investidura que hayan tenido.
Cuando no existe la firme voluntad de sancionar el crimen, por alguna suerte de debilidad institucional o de influencias de algún género, algunos jueces emiten dictámenes que dejan muy mal parada la credibilidad de la justicia dominicana.
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Un ejemplo de esta penosa realidad es la decisión del juez coordinador de los Juzgados de la Instrucción del Distrito Nacional, Román Berroa Hiciano, que rechazó emitir una orden de captura internacional y arresto en contra del ex nuncio apostólico Józef Wesolowski.
Se trata, no hay duda, de una sentencia inexplicable que sitúa de hecho a ese magistrado como protector de quien está acusado de obligar a menores a ejercer favores sexuales por paga.
El argumento expuesto para negar una petición formulada por la fiscal Yeni Berenice Reynoso es risible y carece de sustento, ya que parte de considerar a Wesolowski como diplomático en ejercicio, condición que perdió tan pronto cesó sus funciones en el país.
En consecuencia, cómo puede el magistrado Berroa Hiciano haber llegado a su cuestionable decisión al sostener que Wesolowski està protegido por la Convención de Viena, porque ese protocolo establece que un diplomático no puede ser juzgado fuera de su país.
Es realmente insólito que, ignorando el dolor irreparable de los adolescentes abusados y de sus familias, un juez dominicano se haya erigido en defensor de un prelado que, escudado en la dignidad de su posición, cometió actos vergonzosos en lugar de representar con respeto al Vaticano.
Ante este penoso panorama habría que preguntarse, ¿es que tenemos la iglesia o la justicia en manos de Lutero?¿Cómo es posible que esta bochornosa caricatura de sentencia pase inadvertida y que no provoque un repudio colectivo?