Carnavales mexicanos, una tradición marcada por el color y la diversidad

El estado de Morelos alberga numerosos carnavales, como el de Tlayacapan o el de Tepoztlán. Entre ellos sobresale, por su dimensión, el de Yautepec, que empieza más tarde que otros de los festejos del país, el 15 de febrero.

MÉXICO.- El color, la música y los carros alegóricos son los protagonistas estos días de los carnavales en México, caracterizados por su diversidad, ya que cada estado del país guarda sus propios ritos y personajes tradicionales.


El de Veracruz es el carnaval que goza de mayor popularidad en el territorio nacional. Tiene sus antecedentes en el siglo XIX, en los tiempos del emperador Maximiliano -aunque hay testimonios de historiadores que hacen referencia a festejos similares desde décadas antes-, cuando se realizaba una fiesta de máscaras que recorría las calles de la ciudad.

El carnaval, que se presenta en esa ciudad portuaria oriental como «el más alegre del mundo», se inicia con la llamada «quema del mal humor». Consiste en una parodia interpretada por un grupo teatral en la que se pone en llamas al mencionado «mal humor», el cual representa un personaje o hecho de actualidad (por ejemplo, el muro fronterizo entre México y Estados Unidos).

La algarabía llega a su fin el 14 de febrero, al igual que ocurre en otros lugares del país, con el entierro de Juan Carnaval, otra dramatización en la que se lee un testamento en clave de humor.

En las fiestas del céntrico estado de Tlaxcala se entremezclan personajes variopintos como los «charros» -ataviados con elementos como máscaras de madera y un sombrero coronado por plumas-, los «catrines» -una caracterización que supone una crítica a la burguesía europea de los siglos XVII y XVIII- y los «chivarrudos», con un vestuario elaborado con pieles de chivo.

Para esta edición, este carnaval contará con la participación de 524 camadas de «huehues» (grupos de danzantes), que protagonizarán desfiles en los que se pueden percibir influencias mesoamericanas, árabes y griegas, entre otras.

La música es el elemento clave que diferencia a los carnavales de Mazatlán de los del resto del país. La banda está muy presente durante la semana, en la que también suenan el rock, los boleros, las baladas y los compases del mariachi y los «chirrines» (tríos de música norteña).

Esta ciudad bañada por el Pacífico cada año establece un tema como eje principal de la festividad. En esta ocasión, el carnaval tiene el nombre de «Patasalada: El circo de los talentos», y rendirá homenaje a aquellos artistas, como Pedro Infante y Lola Beltrán, que con su creatividad contribuyeron a la riqueza de la tierra sinaloense.

Como es habitual, no faltarán los desfiles de carros alegóricos, el nombramiento del rey y la reina del carnaval, y el baile de la fantasía, organizado para favorecer la integración de la comunidad extranjera en los festejos.

El estado de Morelos alberga numerosos carnavales, como el de Tlayacapan o el de Tepoztlán. Entre ellos sobresale, por su dimensión, el de Yautepec, que empieza más tarde que otros de los festejos del país, el 15 de febrero.

El concurso de viudas es uno de los eventos más destacables de este municipio, en el que participan hombres ataviados con vestimentas femeninas.

En la cita también merece la pena contemplar los trajes de los «chinelos», una figura tradicional que se repite en más localidades de Morelos y que aquí lucen elaborados trajes artesanales elaborados con bordados, cuentas y lentejuelas.

Durante el carnaval de Mérida, después de la «quema del mal humor», cada día recibe un nombre festivo: viernes de Corso, sábado de Fantasía, domingo de Bachata, lunes Regional y martes de Batalla de Flores. En este último se realiza un gran desfile en que en esta edición participarán 14 carros alegóricos y 73 comparsas.

Sin salir de la Península de Yucatán (sureste de México) también es destacable el carnaval de Campeche, que tiene como cierre la tradicional «pintadera», en la que los asistentes bailan y terminan bañados con pintura de diferentes colores.

Por otra parte, la identidad indígena se hace ver en carnavales como los de Pinotepa de Don Luis, en el sureño estado de Oaxaca, donde se realizan danzas como las de los «tejerones», o en el de Tenejapa (Chiapas), que guarda el simbolismo de elementos como el copal y las velas.