Carta abierta a Joan Manuel Serrat, casado, mayor de edad, de profesión, cantautor, natural de Barcelona.
Querido amigo. He leído en los diarios que te retiras de los escenarios el próximo año. La noticia me llegó como un reyo oscuro que atravesó mi corazón llenándolo de tristeza. Los artistas como tú no se retiran ni con la muerte. No te corresponde esa decisión, ni siquiera el tiempo podrá borrar tu legado, como no ha podido borrar la obra de los clásicos de la literatura, de la música y de la ciencia. La muerte, ese duende imperdonable no puede matar a gente como tú, que nacieron para ser eternos.
Tú has sido muy importante para mí, alguien que me condujo -sin saberlo- por el mundo maravilloso y mágico de la literatura, principalmente de la poesía, y las buenas canciones. Fuiste inspiración permanente en mis travesuras poéticas obligándome a ver el mundo a través de los ojos de Miguel Hernández, Antonio Machado, Rafael Alberti, Federico García Lorca, Pablo Neruda, Mario Benedetti y León Felipe, entre otros, resucitándolos y dándoles vida eterna, como la que prometen los cristianos. A todos los conocí por ti, a todos los amé por ti, a todos los leí y los sigo leyendo, al igual que a muchos otros escritores, músicos y compositores de exquisito gusto creativo.
Tú, buen amigo, mantuviste vivo un idioma condenado a desaparecer, como el catalán, por lo menos en canciones.
Incursionaste en la poesía, el cuento, el cine, el folclor, el bolero, el flamenco y en muchas otras áreas del arte, con dignidad y respeto, manteniendo siempre, en todo momento y circunstancias, el sentido innovador y creativo del arte. Sin trabajo, innovación y creación no hay arte. ¡Siempre lo supiste!
Recuerdo los años 60, siendo yo apenas un adolescente, el día que caminando por una de las calles de mi barrio escuché tu voz por primera vez. Desde entonces he seguido tus pasos por el universo de la poesía convertida en canciones para libres pensadores, para los que aman con libertad y para los que gritan libertad arriesgando incluso la vida. Te coloqué sin conocerte en un pedestal donde a pesar de los años te mantengo. Estás arriba ocupando un lugar privilegiado en mi corazón de poeta nostálgico.
Recuerdo cuando te conocí personalmente, nuestras platicas sobre diversos temas, incluso deportes, principalmente baloncesto; nuestras comidas en el ya desaparecido “Vesuvio” del Malecón, como la noche junto a Marcelino Junquera que regresábamos de Santiago después de un concierto y dijiste que tenías hambre. Eran más de las diez de la noche, el restaurante había cerrado la cocina. Llamé por teléfono, el cocinero no se había marchado y le pedimos que cocinara para nosotros. ¡Y lo hizo! ¿Lo recuerdas? Recuerdas el día que te llevé a conocer al doctor José Francisco Peña Gómez? (Lamento que las fotos de ese único y memorable encuentro se hayan perdido) Cada vez que te busqué en el aeropuerto siempre preguntabas por Peña Gómez, por Juan Bosch y hasta por el doctor Joaquín Balaguer. Te gustaba saber cómo marchaba el país, etc.
Joan Manuel, eres único, como únicas son tus canciones. Te recuerdo afable, conversador, inteligente, agudo y sencillo, sin ínfulas de artista inalcanzable. Te recuerdo humano.
Hace algunos años que no nos vemos, que no conversamos. Siempre ha sido grato hablar contigo. Tienes una cultura universal que te permite hablar de la situación de todos los países con una propiedad envidiable. Me asombra tu cultura, tu intelectualidad y la profundidad de tu pensamiento. No vives de chisme en chisme, de escándalo en escándalo para justificar tu presencia en los escenarios ni en el mundo de la farándula. Eres Joan Manuel Serrat, único, un icono de la canción convertida en poesía o de la poesía convertida en canción. No te comparo ni te pongo al lado de nadie aunque otros tengan, como tú, su propia grandeza, su propia epopeya. Tu hiciste camino al andar dejando huellas imborrables que otros han pisado tras de tus pasos.
Espero que en tu próxima y ultima gira pases por la República Dominicana para verte, darte un apretón de manos y un abrazo de hermano, con la esperanza de volver a verte en cualquier rincón del mundo, si es que el hombre finalmente no lo destruye con su torpeza y su ignorancia. Te quiere, Juan T H.