A mi querida Faride Raful
Para entender la política, sus formas y manejos, hay que comprender la estructura económica. Saber identificar la gran cantidad de intereses que rodean las dinámicas del poder. Estas, en una especie de “lucha libre” se relacionan, condicionan y confrontan las distintas políticas públicas. Por eso es tan difícil gobernar para las mayorías cuando las minorías tienen el control económico de un gran caudal de capitales y la sociedad no ha desarrollado sus capacidades de incidencia y fiscalización: de ciudadanía.
En nuestro país las dinámicas privadas se dan mayormente alrededor de las rentas públicas. Es lo que hemos llamado la cultura hatera y lo que técnicamente se conoce en ciencias políticas como régimen patrimonialista. Esto es: una gran cantidad de rentas del Estado, que debería ser dirigida a mejorar y mantener la calidad de los servicios públicos, se suele quedar atrapada en subsidios y rentas con empresarios y contratistas. Esto no justifica bajo ningún concepto las prácticas ilegales para la apropiación de capitales. Sin embargo, analizar política desde otro lugar es bastante cercano a pensar desde lo que se desearía que fuera la realidad, obviándola.
Como ejemplo, basta recordar a Leonel Fernández y “la cuadra de los rudos” defendiendo su posición sobre la imposibilidad de aprobar el 4% legal para Educación. Decía entonces que era materialmente imposible dado el compromiso que tenía el país con el subsidio eléctrico, que generaba un déficit importante. Juan Bosch repetía siempre: en política es tan importante lo que se ve como lo que no se ve. Y en ese punto ciego está el hecho de que esos contratos super-onerosos y de escasa eficiencia para el sector eléctrico representaban el grueso de la financiación del proyecto político leonelista. “Se baila con quien te lleva al baile” decía Bill Clinton.
De 2004 a 2012 nuestro país ha dedicado cerca de doce mil millones de dólares a mantener un sector eléctrico deficiente y deficitario. En marzo de 2015, Danilo Medina explicaba ante la Cámara Americana de Comercio su visión de la necesidad de alterar el modelo de generación eléctrica. Y lo hacía mirando como motivación lo que Leonel Fernández señalaba como limitante. Es necesario que República Dominicana resuelva el gran peso que representa la carga de la energía eléctrica para ir más allá del crecimiento. Solo así será posible profundizar los servicios públicos que nos lleven a superar los altos niveles de endeudamiento y poder, en consecuencia aumentar los niveles de bienestar social. En ese discurso Danilo Medina destaca las motivaciones de Punta Catalina. Y lo hace precisamente frente al principal afectado: el sector empresarial.
“Daba la impresión de que algunos apostaban más a la prolongación de la vigencia de acuerdos y contratos, que a la necesidad de invertir en nuevas
tecnologías, capaces de generar electricidad a precios más bajos”, decía el actual presidente. Con esto se refería a los llamados de distintos organismos internacionales a reducir la carga económica con tecnologías más baratas. El discurso, que para algunos acostumbrados a la tradición, es siempre palabras huecas, en el gobierno de Danilo Medina ha sido más bien explicación de las acciones. He sido opuesto a esta lógica comunicacional, porque entiendo que resulta problemático explicar luego de hacer, pues no se construyen consensos hacia el objetivo final.
Hoy algunos sectores han encontrado facilidad para vincular un esquema internacional de corrupción con la necesidad de detener la construcción de las plantas. Pero la realidad es que al encenderse las dos plantas estatales de Punta Catalina se apagarán 18 plantas privadas que contaminan mucho más y que llenan las arcas de rentistas del antiguo régimen. Es decir, los técnicos del gobierno de Danilo Medina dieron en el clavo una vez más (como con el 4% -que otros veían como un obstáculo para la financiación de su permanencia y los equipos de Montalvo vieron como una oportunidad para distribuir y dinamizar la economía a través de la construcción de escuelas, por sorteo, donde había blocks bajo los árboles-). “La cuadra de los técnicos” priorizó el legado, la promesa de reducir el problema eléctrico a las connivencias naturales del sistema patrimonialista y eso vale mucho. Y, a juzgar por la decisión de Danilo Medina de abrir todo el proceso de Punta Catalina a revisión, nos toca ver mucho más allá de la curva y esperar las investigaciones.
Encuentro positivo que muchos sectores de la sociedad dominicana hayan visto en el caso ODEBRECHT una oportunidad para pedir el fin de la impunidad. En ocasiones anteriores el gobierno actual ha reaccionado a las movilizaciones sociales y se deja condicionar: dialoga (4%, renegociación del contrato con Barrick Gold, Bahía de las Águilas, Loma Miranda, las Observaciones del Código Penal). Fue la principal motivación de muchos ciudadanos independientes y de ideas progresistas a acercarse al danilismo en las pasadas elecciones. Sin embargo, aunque a muchos no les guste, entiendo que la participación social debe ir dirigida a logros políticamente rentables, de otro modo se desinflan en autocomplacencia o simple griterío. Se trata de condicionar al Estado para lograr políticas públicas o de hacer ruido que intereses afectados por otras políticas pueden aprovechar, por ejemplo, para pedir que se detenga la construcción de dos plantas para que sigan mal operando 18. Cabe destacar que detener la construcción de estas colapsaría el sistema eléctrico.
Si hubo corrupción en las concesiones y adjudicaciones de todos los proyectos de la empresa brasileña ODEBRECHT es algo que definirá un proceso judicial y sus responsables deberán (y para eso hay que presionar a la Justicia) ver las consecuencias de sus actos. Lo que sí se sabe a ciencia cierta es que estas dos plantas estatales reducirán el costo de la producción de energía y por tanto los apagones, la tarifa eléctrica y la contaminación. Pero sobre todo, sacarán al Estado de un esquema de manos atadas para la inversión social que nos ha hecho desperdiciar mucho crecimiento con el que pudimos y podremos avanzar hacia el desarrollo humano.
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