Después de haber instrumentalizado y arrojado por la borda dos jornadas de diálogos de extensas horas auspiciadas por la comunidad internacional: la de UNASUR, a cargo de los expresidentes José Luis Rodríguez Zapatero, de España; Martin Torrijos, de Panamá; y Leonel Fernández, de República Dominicana; y, la segunda, por encomienda de Estados Unidos, El Vaticano y otras naciones que operaron como observadoras, puesta a cargo del presidente Danilo Medina, Rodríguez Zapatero y el canciller Miguel Vargas, el régimen chavista se ha decantado por obviar la repulsión global y prolongarse en el poder a cualquier costo, para evitar lo que le proyecta el futuro a la vuelta del camino a sus principales personeros: cárceles en Estados Unidos y en Venezuela.
El adelanto unilateral de la fecha de las elecciones presidenciales y el montaje de esa farsa sin participación opositora revela que no han dejado el menor trecho para una salida no violenta de la crisis política, económica y humanitaria en la que Venezuela ha estado atascada en los últimos años.
Pero tan elocuente como su obstinación por conservar el mando, ha sido el plantón que acaban de recibir por parte de los electores que los dejaron friéndose en su propia salsa. Por más estirones que el Consejo Nacional Electoral dio a las cifras para demostrar que calles vacías y centros de votaciones sin colas era votación masiva, sus generosos números se han quedado en un 46%. La apreciación que tenían las evaluaciones independientes poco antes del cierre de las votaciones era que la concurrencia no rebasaba el 32%.
Con todo y moña los resultados evidencian el fracaso de la mascarada porque en las últimas tres elecciones presidenciales: 2006, 2012 y 2013 el promedio de la participación había sido de un 79%. El censo electoral actual es de 20 millones 527,571 votantes, de los que Maduro recibió 6 millones 190,617 votos, apenas un 30% del censo.
Estados Unidos, la Unión Europea, la OEA, los cancilleres del G-20 y un grupo de países de la región han anunciado medidas adicionales de restricción a Venezuela en rechazo a la farsa, pero tanto los que imponen las nuevas sanciones como el chavismo saben eso no se les saca del poder.
Por lo tanto, los jefes del chavismo han de estar regodeados, creyendo que de nuevo se han burlado de la comunidad internacional y han impuesto su voluntad sobre los opositores, perdiendo de vista que quien gobierna en Estados Unidos no es Barack Obama, y que varios hechos como la ruptura del acuerdo nuclear con Irán y el traslado de la embajada estadounidense a Jerusalén, demuestran que ese país anda en la línea de recuperación de su estabilidad hegemónica.
Venezuela se quedará cada vez más aislada porque hasta países como la República Dominicana, tendrán que sopesar muy bien los perjuicios que se acarrean en una posición de neutralidad como la que tenía, o peor, si fuera de reconocimiento al resultado de unas elecciones que burlaron el dialogo moderado por el presidente Medina.
Suficiente tiene el país con haberse creado fricciones con Estados Unidos por la apertura de relaciones diplomáticas con China, como para sumarse las consecuencias de un apoyo a Maduro, que no reditúa ningún beneficio.
En cualquier momento despertamos con una acción estadounidense promovida con dos objetivos: derrocamiento del chavismo y captura de personeros como Diosdado Cabello, con expedientes abiertos en la justicia norteamericana por narcotráfico y lavado de activos.