Chile, Boric y el revés constitucional

SANTO DOMINGO.- “Quedó vigente la CONSTITUCIÓN DE PINOCHET, con opción de reformas en un Congreso con predominio conservador. Es una derrota influida por concesiones a enemigos locales reaccionarios y a un imperio en decadencia.”

En tiempos recientes el pueblo chileno desarrolló una larga y hermosa jornada por arrancar de raíz el pinochetismo, el neoliberalismo y su nefasta herencia constitucional que infectó y finalmente se tragó gran parte del partidismo tradicional reunido en la CONCERTACIÓN DEMOCRÁTICA, incluido el Partido Socialista, que de socialista no le quedó nada.

En calles, plazas, campos y ciudades se lanzaron a las calles en multitudes y se realizaron grandes y enérgicas protestas en franco desafío al régimen ultraderechista de Sebastián Piñera y a sus terribles carabineros chilenos.

Durante meses, y recurrentemente, multitudes movilizadas, desplegando combates heroicos, reclamaron la salida de Piñera y la apertura de un PROCESO CONSTITUYENTE que reemplazara la Constitución de Pinochet acomodada a los intereses de las derechas de todos los matices: fascista, conservadora, moderada y seudo-socialista.

El primer objetivo no se logró y finalmente al tema CONSTITUYENTE se le dio una salida pactada a través de la denominada CONVENCIÓN CONSTITUYENTE, en cuya elección obtuvo mayoría el abanico de fuerzas opositoras al régimen y alternativo a los partidos tradicionales.

De esa Convención surgió una nueva Constitución, la cual pese a superar significativamente a la anterior (por lo que concitó el rechazo de todas las derechas ), no logró el consenso de las fuerzas del campo popular y sectores medios, que meses atrás tomaron las calles hasta conformar una especie de poder popular paralelo; tampoco logró unificar la posición de la diversidad de las izquierdas políticas, sociales y culturales, ni del denominado progresismo, para su aprobación definitiva en el referéndum del domingo 4 de septiembre.

Perdió el APRUEBO.

Ganó ampliamente el NO APRUEBO.

Quedó vigente la CONSTITUCIÓN DE PINOCHET, con opción de reformas en un Congreso con predominio conservador.
Un revés político de mucha significación.

• POSIBLES CAUSAS DEL REVÉS.

Este terreno es escabroso, pero vale el ensayo.

-Consecuencias de la salida negociada a la crisis política.

Me remonto primero a las razones que impidieron desplazar al régimen de Piñera y que afectaron la posibilidad de lograr un proceso constituyente no transado, como los que, por ejemplo, tuvieron lugar en Venezuela, Bolivia y Ecuador.

¿Faltó un consistente liderazgo revolucionario, transformador, unificador?

¿Se agotaron las energías populares en el curso prolongado de ese heroico ejercicio de democracia de calle, enfrentado al monopolio de las armas y a la represión desatada desde el poder constituido?

¿Impidió la falta de cohesión del Poder Constituyente (en vía de formación) el desplazamiento desde las calles del Poder Constituido?

¿Primó la visión reformista, no transformadora, dentro de las corrientes políticas que actuaron dentro de ese gran torrente político-social?

Es difícil desde aquí, con las informaciones limitadas disponibles, dar respuestas precisas a estas interrogantes y sobre todo detectar hasta donde se combinaron y cómo se mezclaron, cuáles fueron las combinaciones y los niveles de intensidad de una y otra, y cuáles predominaron. Pero peor sería obviar estas inquietudes y las posibles enseñanzas que se derivan de este aleccionador proceso.

A los chilenos, claro está, les toca la mayor responsabilidad en ir desentrañando esa intrincada madeja política, dados los resultados obtenidos muy por debajo de las expectativas nacionales y continentales.

Pero de todas maneras vale contribuir en alguna medida a abordar las causas de ese revés.

-Impacto de las elecciones y de la gestión presidencial de Gabriel Boric.

Paso entonces a examinar el impacto de las elecciones nacionales y sus resultados en ese contexto.

Ellas se realizaron poco tiempo después de la salida pactada que contribuyó a detener la tendencia hacia una fuerte crisis de gobernabilidad.

Esto aconteció aun siendo impugnada masivamente la Constitución pinochetista, iniciada la marcha de la Convención Constitucional, estremecida y muy debilitada la vieja institucionalidad y sus reglas de juego electorales; pero todavía vigente el gobierno ultraderechista de Sebastián Piñera y todo ese sistema institucional.

Un cuadro complejo, no totalmente favorable a las fuerzas alternativas al sistema en crisis.

Eso explica el surgimiento de reservas respecto a esa coyuntura junto a una significativa dispersión de sus componentes ante la opción adoptada, lo que se tradujo en una baja concurrencia y un limitado apoyo a la candidatura de Gabriel Boric en la primera vuelta.

Sin embargo, esto cambió significativamente en segunda vuelta frente a la amenaza de triunfo del candidato neofascista José Antonio Kast. La concurrencia subió y el apoyo a Boris también… hasta lograr la victoria y conformarse un gobierno que se pensaba respetaría los compromisos programáticos contraídos y el carácter alternativo, no solo al pinochetismo, sino también a todas las derechas neoliberales.

No fue así.

Gabriel Boric comenzó tempranamente a complacer ciertas pautas de la política imperialista, sobre todo frente a Cuba, Venezuela y Nicaragua.
El tema autodeterminación y soberanía nacional y continental no fue incluido en la agenda gubernamental.

Pactó primero con el Partido Socialista, sensiblemente neo-liberalizado, y lo incorporó a su gabinete; y recientemente, días antes del Referéndum Constitucional, anunció un posible acuerdo con la CONCERTACION DEMOCRATICA, la cual agrupa el conjunto de las fuerzas responsables del continuismo neoliberal post Pinochet; y luego del revés constitucional, decidió sacar de su gabinete a dos de sus principales colaboradores para incorporar a dos representantes de las franjas conservadoras.

Ofende la sensibilidad de las fuerzas transformadoras de la sociedad chilena, su actitud represiva, a todas luces racista, respecto al pueblo mapuche y al mundo de los pueblos originarios.
Es obvio que tal comportamiento está distante de una posición propiamente de izquierda e incluso de centroizquierda, alejado de los gobiernos del Alba y del posicionamiento, por ejemplo, de un López Obrador de México, Luis Arce de Bolivia y otros gobernantes de la región.

Pienso que esa línea de “moderación” -impregnada de conservadurismo y cónsona con la concepción “posibilista” de la política (adaptarse a lo posible para cambiar pocas cosas)- contrasta con los contenidos de las recientes luchas del pueblo chileno, tienen efectos depresivos de su subjetividad y han influido significativamente para que los resultados del Referéndum Constitucional sean tan negativos.

– CARÁCTER DEL REVÉS Y NECESIDAD DE RETOMAR LAS CALLES.

Es una derrota influida por concesiones a enemigos locales reaccionarios y a un imperio en decadencia.

Es penoso que luchas tan radicales y promisorias como ésta, por el enorme y negativo déficit de fuerzas políticas transformadoras, no encuentren rutas e instrumentos políticos armónicos con las rebeldías y ansias liberadoras de los pueblos que las protagonizan, en el marco de una crisis sistémica tan profunda y tan prolongada.

Tal fenómeno no es exclusivo de Chile y darle respuesta superadora es uno de los grandes retos de esta época, porque no es lo mismo un cambio de gobierno al compás de la refundación del Estado y la creación de una nueva institucionalidad, que gobernar montado sobre las viejas estructuras.

Además, la situación se agrava, con tonos de retroceso, cuando después de este duro golpe el liderazgo de la opción electoral triunfante no tiene la determinación de abolir las instituciones decadentes y sus bases constitucionales, ni de reemplazarlas mediante la retoma de las calles y la insistencia en el cambio constitucional.

La izquierda que imita a la derecha, que se torna posibilista, que asume partes esenciales de sus concepciones, o que se abraza a ella, no es izquierda. Ni siquiera es “progresismo”, a no ser que se invente una variante tan moderada que resulta ser una especie de “progresismo conservador”.

Este parece ser el caso de Gabriel Boric y de sus principales aliados, lo que en esta nueva fase del proceso chileno exige volver a darle fuerza al escenario extra-institucional y al ejercicio de la democracia de calle, con mayores ímpetus y contenidos transformadores.

¡Una gran lección para toda Nuestra América rebelde!