Madrid.- Cartas de amor, de duelo, de perdón o de homenaje fueron escritas a sus madres por personajes célebres como la reina María Antonieta de Francia, la emperatriz consorte Eugenia de Montijo, la escritora estadounidense Louisa May Alcott y los poetas españoles Federico García Lorca y Antonio Machado.
Ahora, un libro, «Cartas a la madre», editado por Plan B, recoge más de un centenar. Es el primero publicado en español de Nicolas Bersihand (París, 1976), editor y escritor francés, fundador de la única editorial dedicada al género epistolar, DesLettres.
Recoge en un volumen estas misivas, organizadas de forma «sentimental», es decir, según el hilo temático de las relaciones que expresan, y no el cronológico.
El libro recuerda también la historia del Día de la Madre, que difiere en cada país (en España se celebra este domingo), pero se inicia en Estados Unidos.
La carta escrita por la militante católica Julia Ward Howe en 1870, como reacción a la barbarie de la Guerra Civil y en homenaje al papel destacado que desempeñaron las mujeres, impulsó un movimiento que resultó decisivo para que el presidente estadounidense Woodrow Wilson instituyera esta celebración en 1914.
En España, explica, el principal activista de esta causa fue el poeta valenciano Julio Menéndez García, quien en 1925 publicó el «Himno de la madre» como «propulsor de la celebración del Día de la Madre en España y en las naciones de habla española».
Entre las cartas que son una declaración de amor filial, el libro incluye la del escritor francés Honoré de Balzac a su madre en 1832: «¿Podré jamás compensarte con ternura y amor todo lo que tú haces por mí?», o del poeta y líder independentista cubano José Martí a la suya, en 1894: «Con usted se me escapa el alma».
También el poeta izquierdista español Miguel Hernández le decía a la suya en 1942, desde la prisión: «Madre, me acuerdo mucho de ti. No sufras, come, cuídate y ya vendrán mejores tiempos».
El compositor alemán Richard Wagner estaba convencido que, si todo lo demás le abandonara, su madre seguiría siendo su último «y más querido refugio». Y Louisa May Alcott le dice a la suya, tras acabar de escribir la novela «Mujercitas»: «Si alguna vez hago algo de lo que pueda estar orgullosa, mi mayor felicidad será poder agradecértelo».
El elogio a la figura materna ocupa también muchas cartas, como la que le dirigió el economista británico Adam Smith a un amigo tras la muerte de su madre: «La separación definitiva de una persona que me quería más que lo que cualquier otra me querrá nunca es como si alguien me hubiera asestado un fuerte golpe».
CONFESIONES ÍNTIMAS
En muchos de estos textos, las madres se convierten en confidentes de vivencias, sentimientos y emociones interiores, «un recinto epistolar reservado» a ellas, explica el autor.
Es el caso del escritor francés Guy de Maupassant, que le dice a su progenitora en 1873: «Me encuentro tan perdido, tan aislado y tan desmoralizado, que me veo obligado a pedirte algunas buenas palabras». O García Lorca, cuando le cuenta que «el que va por malos caminos, mamá, es porque es mala persona y canalla».
Y las de María Antonieta, contándole a la suya sus síntomas de embarazada y su desolación por estar separada de ella; o la de Eugenia de Montijo, hablando a su madre de la muerte de su hijo: «Nadie puede reemplazar al hijo que era toda mi vida».
En ocasiones, la dirigida a la madre es la última carta que escriben, como la que envía la izquierdista española Julia Conesa antes de ser fusilada, después de terminada la Guerra Civil: «Me matan inocente. Adiós madre querida, adiós para siempre. Que mi nombre no se borre en la historia».
Hay casos en los que la madre no es una persona cercana a sus hijos, sino que mantiene una relación conflictiva con ellos y, aún así, no puede romperse el vínculo.
Ejemplo de estas situaciones son cartas como la de Honoré de Balzac: «Siempre serás como una gallina que ha incubado el huevo de un ave extraña al gallinero» o lo que dice el poeta británico Lord Byron a su hermana sobre su madre: «¿Debo llamar madre a esta mujer?».
Y hay algunos grandes autores cuya correspondencia con sus madres desata todo su potencial artístico, como Machado o el autor francés Gustave Flaubert.