La República Dominicana ha tenido un largo período de estabilidad política, en parte, porque la ciudadanía ha sido domesticada para protestar poco o no protestar. Desde que surge un movimiento social demandante se escucha un coro de críticas, independientemente de si los métodos de lucha son pacíficos o no.
Por ejemplo, cuando surgió Marcha Verde, se decía que la fuerza y legitimidad del movimiento dependía de que las protestas fueran pacíficas.
Pues bien, aunque sea prudente o recomendable utilizar métodos de lucha moderados, ningún movimiento social o político transformador ha logrado su cometido portándose bien. Todas las protestas necesitan llamar la atención, poner presión; y cualquier grupo de poder, en especial el poderosísimo Estado, se niega a hacer concesiones sin fuertes presiones.
El asunto viene al caso por la M que lanzó el FALPO al edificio de la Suprema Corte de Justicia. Los dirigentes saben que no lograrán ningún cambio con esa acción. Lo que sí lograron es que se hablara de ellos por unos días, y, sobre todo, plasmar gráficamente lo que mucha gente dice o piensa: que la justicia dominicana es una M.
Si lo que dice la gente es verdadero o falso, hay que determinarlo; y si se hiciera una investigación rigurosa de la justicia, probablemente el diagnóstico sería ignorado por alguna de las partes, porque la verdad importa poco en estos tiempos. Prima la impresión y la opinión, y lo único que posee la ciudadanía sin gran inversión es la opinión.
En línea con la opinión prevaleciente, el FALPO puede anotarse un triunfo, no importa cuánto haya sido criticado, o si la acción fue buena o mala idea. Como la ciudadanía no puede transformar la justicia porque el poder del Estado es muy grande para cambiarlo con opiniones, tirar excrementos fue una forma de llamar la atención, graficar la opinión y expresar indignación.
Se podría decir que por las buenas se consigue más. Se podría señalar la lucha por el 4% del PIB para la educación. Pero ojo: la decisión de asignar el 4% a la educación, si bien fue producto de esa lucha, lo crucial fue la decisión de un presidente que buscaba en el 2012 diferenciarse de su antecesor que se negó a hacer la asignación. Es decir, no fue la naturaleza de la lucha (pacífica en este caso) que determinó el resultado sino el cálculo político.
En el análisis de los movimientos sociales se asigna mucha importancia a la forma, a los métodos de lucha, pero los resultados generalmente tienen poco que ver con la forma, y más con las relaciones de fuerza.
Marcha Verde ha sido un movimiento pacífico, y lo que ha logrado fundamentalmente a la fecha es posicionar más el tema de la corrupción en el debate público. La mitad de los encartados ya están en libertad, la otra mitad en juicios inciertos, y otros responsables ni siquiera están en la lista de imputados.
La ciudadanía dominicana ha sido domesticada desde hace muchas décadas. Primero por imposición de la dictadura de Trujillo, luego por la represión de Balaguer, y posteriormente, por la idea de que cualquier atentado al orden arriesga la estabilidad política y económica del país. Los medios de comunicación (y ahora también las redes sociales) juegan un doble papel: agitan la ciudadanía y la llaman a la cordura.
Enfrentar el Estado (cualquiera que sea) es muy difícil porque tiene demasiados recursos económicos, represivos, simbólicos y mediáticos para defenderse e imponerse. La buena o mala conducta en las luchas es de importancia secundaria.
Artículo publicado en el periódico HOY