Colombia es hoy suma de factores insurgentes.
Ha sido suma de violencia de Estado a lo largo de más de seis décadas.
Desde el asesinato de Gaitán, el Bogotazo y las masacres campesinas, con un balance de más de 300 mil muertos, no ha cesado el terrorismo de Estado de corte oligárquico, tan intenso y persistente, que ha logrado aplastar siempre todo intento de paz.
Entre los componentes de esas vicisitudes sobresalen:
-Terror de Estado tutelado por un imperio destinado a sembrar de miseria y dolor las naciones de Nuestra América.
-Capitalismo dependiente caníbal.
-Racismo.
-Patriarcado.
-Genocidios, fosas comunes, represiones, persecuciones, para-militarismos, privaciones de libertad, condenas amañadas, torturas, moto-sierras mutilantes, asesinatos selectivos, condenas amañadas, “falsos positivos”, bombardeos indiscriminados, desalojos, desplazamientos, matanzas… disfrazados de democracia y elecciones libres.
-Corrupción, narco-política y narco-corrupción a granel.
-Paquetazos criminales.
-Neoliberalismo en demasía.
-Aplastamiento de la soberanía: drones, espionaje satelital, bases militares, mercenarios “made in Usa”, CÍA, MOSSAD, unidades de tropas extranjeras, flotas navales amenazantes, Comando Sur, guerras contrainsurgentes de variadas intensidades y calculada hibridez.
Un acumulado cruel y tenebroso con propósitos imperiales funestos.
En fin, coloniaje extremo hasta nivel de ocupación y control militar de territorios, presencia directa de bases y comandos elites, corredores aéreos, zonas marítimas de gran importancia geo-estratégicas regional y espacios costeños.
Todo esto empleado -más allá de la contrainsurgencia interna y el despliegue de una prolongada “guerra sucia” apadrinada por EEUU, las OTAN e Israel- para instrumentalizar al Narco-Estado terrorista colombiano y la lumpen burguesía local en ruta de convertir a Colombia –como efectivamente han hecho- en una especie de Israel latino-caribeño (¡guardando distancia y carencias!), con capacidad de operar agresivamente, como lo está haciendo en todas las área convulsas y rebeldes del Norte de Suramérica, Centroamérica y el Caribe.
Los planes y tentáculos de esa plataforma político-militar y económica sobrepasan las fronteras de la Colombia santanderista y se expande hacia Venezuela, Ecuador, Bolivia, Panamá, Honduras, El Salvador, Haití, República Dominicana, entre otros países de la región. En unos, sentando raíces y procediendo en forma preventiva; en otros, en franca misión desestabilizadora y guerrerista.
Sus bases militares en Colombia enlazan en El Caribe con las de Aruba, Curazao y Puerto Rico. Otras redes se extienden hacia Centro y Suramérica; y abundan misiones policiales y militares, asesorías e infiltraciones paramilitares colombianas, en toda la subregión, reforzando los roles de las misiones gringas y sionistas.
Colombia como importante plataforma neo-colonial de la estrategia militar y paramilitar de EEUU y del imperialismo occidental –estremecido el capitalismo imperialista por una crisis de decadencia inédita en su historia- es pieza clave en sus nefastos propósitos de controlar la Amazonía, reforzar sus garras en países bajo su dominio y desestabilizar y reconquistar por la fuerza los países soberanos; con especial saña contra Cuba y contra la Venezuela bolivariana y chavista.
Apoderarse y saquear el enorme y valioso patrimonio natural de Venezuela, de la Región Amazónica y de toda Nuestra América, es uno de los objetivos fundamentales EE.UU y las grandes potencias capitalistas occidentales; obstaculizado por la creciente ola a favor de la autodeterminación de nuestros pueblos y naciones.
En medio de su decadencia y sus propias carencias de elementos vitales para prolongar su existencia y alimentar sus sistemas productivos (basados en patrones tecno-científicos de última generación), EEUU y aliados han potenciado su violenta determinación de asaltar, apoderarse y controlar, por cualquier medio, minerales imprescindibles para las tecnologías de punta, territorios, mares, fuentes de agua, energía y biodiversidad.
Estas metas imperiales persiguen sustentar y prolongar la existencia de modelos fatuos, dispendiosos y consumistas, sobre-explotando y depredando a la vez a la humanidad y al planeta.
Estos mecanismos de fuerza y destrucción -instalados y empleados para ejecutar campañas de reconquista de suelos, subsuelos y mares, y apropiarse rapazmente de nuevos espacios- están siendo alimentados por el desprecio a otras civilizaciones y la consiguiente exacerbación del odio contra países y pueblos no afines a su falsa superioridad racial y cultural.
Es posible que EEUU hubiera preferido -dado su poderío militar y económico y su autosuficiencia en tecnologías militares de punta- que el Estado brasileño pudiera jugar el papel asignado a Colombia. Pero por una suma de factores críticos adversos y por su condición de potencia emergente difícil de subordinar a ese extremo, eso no ha sido posible.
El Estado colombiano a su vez es un recipiente lleno de inmundicias, ahora desbordadas.
Dos factores combinados se han detonado de mala manera.
A consecuencia de la multi-crisis acumulada, luego de recurrentes protestas y paros masivos acaecidos en meses recientes, el pueblo colombiano ha estallado en grande; y no es casual que comenzará por Cali y se expandiera impetuosamente, dada la historia de rebeldías de los pobladores de esa zona.
La combinación del genocidio post acuerdo de paz de la Habana y del pretendido paquetazo fiscal se ha convertido en una mezcla explosiva que estremece la gobernabilidad de ese Estado y le resta fuerza propia para el rol que le ha asignado EEUU en la región.
Desde ese punto de vista Colombia ha entrado ya no solo a las protestas recurrentes por reivindicaciones específicas, sino que al exagerar el régimen fascistoide la nota genocida frente la rebelión popular, el cuadro se ha complicado en el contexto de un país con un Estado controlado por el Pentágono, la OTAN e Israel.
Las enormes y persistentes energías del pueblo movilizado de la Colombia de hoy, exigen no solo el retiro de la contrarreforma fiscal, sino también la destitución de Duque, y el fin del Estado Terrorista apuntalado por las fuerzas intervencionistas.
El vórtice de avalancha popular se ha traslado a las zonas urbanas y sub-urbanas de más tradición combativa; mientras el ejemplo de firmeza de Marulanda reverdece y, a pesar de la traición y claudicación de las parte más blandas de las FARC-EP, sus contingentes insurgentes mas consecuentes se convierten en la nueva Marquetalia, al tiempo que el ELN mantiene en alto sus banderas de combate.
En gran medida imposibilitado de vencer, si el Gobierno de Duque termina empantanado, posibilidad que no debe descartarse, Mr. Biden, el Complejo Militar Industrial y los mandamás de la Casa Blanca y el Pentágono -apegados a un globalismo medularmente guerrerista y a ilusión de reconquistar su “patio trasero”– bien podrían inducir el caos en mayor escala para enviar tropas imperialistas a Colombia, potenciar el rol de la OTAN y extender el conflicto y la agresión a Venezuela; que hoy por hoy es el objetivo principal inmediato y el blanco de ataque fundamental de la estrategia imperialista en la región, dado que no ha podido con la Cuba de Fidel.
No olvidemos que con la denominada “guerra de cuarta generación” (combinación de bloqueo, cerco político, embargos, sabotajes, guerra económica, guerra cibernética, invasiones puntuales, incursiones paramilitares hasta en la modalidad de guerrillas fronterizas) contra Venezuela no ha podido lograr derrotar, ni siquiera debilitar, el proceso bolivariano; y que esto bien puede abrirle cancha a la inducción y manipulación del caos en Colombia para intentar hacer en Venezuela lo que EEUU y aliados hicieron en Afganistán, Ucrania, Irak, Libia…y pretendieron hacer en Siria.
Digo intentar, porque la fuerza del chavismo y del Estado bolivariano, son huesos muy duros de roer y tienen un trascendente respaldo internacional, que incluye pueblos antiimperialistas y Estados soberanos, entre ellos Cuba y potencias emergentes como Irán, Rusia y China, que han demostrado su disposición a contrarrestar la prepotente y agresiva decadencia de EEUU.
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