Franklin Almeyda, miembro del Comité Político, asesor de seguridad del Poder Ejecutivo, ex rector de la universidad estatal y ex ministro de Interior, entre muchas otras dignidades de un extenso currículo, ha dicho públicamente que la sociedad civil, léase Participación Ciudadana, la cúpula empresarial y la embajada de Estados Unidos, se han confabulado para alejar al gobierno del presidente Medina de su partido, el PLD, rodeándolo de figuras que responden a ese propósito. Según Almeyda, el ministro de la Presidencia, Gustavo Montalvo, sería el elemento clave de ese diabólico plan.
En varias oportunidades he escrito que los más desconsiderados ataques contra los gobiernos peledeístas no han provenido de las críticas mediáticas, muy pocas por cierto, que tienden más a advertir sobre el peligro de ciertas políticas, muchas de ellas inspiradas por cierto en buenas intenciones, sino de los exabruptos y la locuacidad de sus propias filas. Las declaraciones de Almeyda son un típico ejemplo.
Si el político oficialista cree que ello molesta o perjudica a quienes acusa sin razón y necesidad alguna, habría que poner en duda su capacidad analítica, por cuanto si esto ofende a alguien es al jefe del Estado, a quien él señala como alguien sin capacidad siquiera para designar los funcionarios de su más íntimo entorno.
Si fuera cierto que Montalvo responde a tales designios, entonces no es el Presidente quien gobierna. Estaríamos así en presencia del más severo cuestionamiento del proceso electoral y de sus resultados, cuya legitimidad muchos rechazan todavía por el uso desmedido de los recursos públicos empeñados durante ese periodo.
Por el contrario, estimo que la designación de Montalvo, también dirigente del PLD, es de las pocas luces de un gabinete que inexplicablemente es un lastre que el Presidente arrastra consigo.