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Comienzo y fin

Los dominicanos merecemos ganarnos el respeto propio y ajeno, no porque sometamos corruptos, ¡sino por condenarlos ejemplarmente

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Nada nuevo vi en la admisión por el Procurador General de que hay en nuestro país altos niveles de corrupción. Es como si el director de Meteorología reconociera que hay atmósfera. Tampoco me pareció gran cosa que se ufanara de que ha sometido judicialmente a “personas que nunca se ha esperado fueran procesadas”. Jean-Alain Rodríguez respondía así al encargado de Negocios de Estados Unidos, quien en su discurso ante la Cámara Americana opinó que la corrupción gubernamental y privada es una retranca al desarrollo y el progreso.

Si no fuera cosa tan seria, parecería un diálogo de burlas o perogrulladas, con cada uno diciendo sandeces innecesarias e inconsecuentes. Debería avergonzarnos que un extranjero, diplomático o no, nos enrostre cuán bandiditos somos, porque pese a que Estados Unidos posee el lujo del imperio de la ley, es también una sociedad muy enferma: drogas, discrimen racial, ejecuciones judiciales, abismal inequidad socio-económica, tuits de Trump… ¡corrupciones mayores!

Los dominicanos merecemos ganarnos el respeto propio y ajeno, no porque sometamos corruptos, ¡sino por condenarlos ejemplarmente!

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