Redacción internacional.- Mentir es un comportamiento muy complejo al que todos nos hemos enfrentado en algún momento de nuestras vidas e identificar a un mentiroso es un desafío que ha intrigado a humanos durante siglos, y ahora, gracias a los avances en la psicología, entendemos mejor cómo detectar estas señales.
A veces, lo que pensamos no es lo que decimos. Pero, a pesar de que las palabras intenten camuflar lo que realmente querríamos decir, el cuerpo suele tener su propia forma de expresar la verdad, aun cuando tratamos de evitarlo.
Las señales visuales son altamente controlables. Cómo gesticulamos, sonreímos y miramos, eso está bajo nuestro control. Cuando llegas a las palabras que decimos y cómo las decimos, en realidad no es algo en lo que pensemos mucho. Y ahí es donde se encuentran las buenas señales.
Desde una perspectiva cognitiva, mentir es cognitivamente difícil. Si has contado esa historia muchas, muchas veces y está bien ensayada, es posible que usted mismo termine creyéndose la mentira porque la ha dicho muchas veces.
La mentira es un comportamiento que se desarrolla inicialmente en la infancia de las personas y que se va entrenando o practicando hasta llegar a la adultez. Muchos niños planean estrategias inconscientes para protegerse de conflictos, culpa, remordimiento o castigos posibles. Las mentiras y secretos de los niños pueden ser considerados como manifestaciones de procesos mentales inconscientes y complejos que pueden revelar aspectos importantes sobre la vida emocional y los conflictos internos del niño y también una forma de escapar del enojo de los adultos.
En una reciente conversación de Richard Wiseman con la BBC, profesor de comprensión pública de la psicología en la Universidad de Hertfordshire, el especialista arrojó luz sobre este tema dando algunos factores y señales para detectar a una persona que está mintiendo.
Una de las pruebas más interesantes que menciona Wiseman es un experimento que realizó, en el cual la capacidad del público para detectar mentiras a través del lenguaje verbal mostró ser superior en ausencia de señales visuales. Esto sugiere que, contrariamente a la creencia popular, las señales verbales pueden ser más reveladoras que las no verbales, tales como gestos o miradas.
Contrario al mito de que mirar hacia arriba y a la derecha indica falsedad, Wiseman aclara que no existen evidencias que respalden esta teoría. Sin embargo, señala que el verdadero indicio de una mentira puede encontrarse en una desviación de la norma o patrón de comportamiento de una persona.
Vacilaciones en el habla, distanciamiento en las respuestas, y una notable reducción de detalles personales en el discurso son algunas de las señales a las que debemos prestar atención.
Sobre el uso de detectores de mentiras, Wiseman es escéptico respecto a su fiabilidad, indicando que la fisiología puede ser un indicador impreciso, especialmente teniendo en cuenta el estrés que puede generar la situación de ser examinado con estos dispositivos.
Ninguna tecnología puede resolver el problema de que los supuestos rasgos de una mentira también aparecen en los sospechosos que dicen la verdad. Los efectos son tan pequeños e inestables que en la práctica no ayudan a reconocer las mentiras. Las características lingüísticas podrían ser resultado de ser un poco más significativas. Pero incluso estos no son importantes.
Las diferencias entre mentirosos y no mentirosos solo se pueden encontrar en estudios y no serían adecuadas para la detección de mentiras en la práctica.
En cuanto a la ética de la mentira, el psicólogo británico sugiere una visión equilibrada. Mentir, en ciertos contextos, puede fortalecer lazos sociales, como cuando se finge entusiasmo por un regalo no deseado para no herir los sentimientos de quien lo da. Así, la mentira no se percibe como un comportamiento unidimensional, sino que varía según las circunstancias, y entender esto es esencial incluso en la educación de los más jóvenes.