Redacción Internacional.- La mujer, joven, supervisa al hombre que lava el todoterreno blanco estacionado en la calle principal de El Espíritu, en el occidental departamento hondureño de Copán. Es una calle estrecha, que se extiende unos 300 metros desde la entrada del pueblo hasta el templo católico y está flanqueada por pequeñas mansiones y palacetes que contrastan con el paisaje rural de montaña que las rodean. Son edificios en ruinas, testimonio mudo del poder que antes mandaba en este lugar, el del narcotráfico.
El Espíritu fue, hasta mediados de la década pasada, el centro de operaciones de la familia Valle Valle, uno de los clanes de narcotraficantes más poderosos que hayan existido en Honduras. Hoy solo hay ruinas, leyendas y algunas pistas de la gran traición que acabó con el poder del clan, protagonizada por Juan Orlando Hernández, el expresidente de Honduras.
La mujer que examina el lavado del todoterreno blanco es pariente de Digna Valle, matriarca del clan y su cabeza financiera según documentos judiciales e investigaciones periodísticas. “De ella -la joven- se dice que es la única que no se metió en nada, y es la que ha quedado viendo lo poco que les dejaron (a Los Valle)”, dice un exfuncionario municipal de Copán que conoció a la familia en las décadas de los 90 y 2000 durante un recorrido por El Espíritu en agosto de 2021.
Lo que rodea a la familiar de Digna esta tarde templada son ruinas. Todas las casas son apenas esqueletos de concreto y hierros enclavados en la montaña. Dentro de los palacetes no hay nada. Los saqueadores, los soldados y funcionarios del gobierno de Juan Orlando Hernández se llevaron muebles, ventanas, inodoros, baldosas luego de que las autoridades hondureñas confiscaron las propiedades de los Valle en El Espíritu y a lo largo de todo Copán en 2014.
A inicios de la década pasada, cuando Juan Orlando Hernández se disponía a jurar como presidente de Honduras, las primeras advertencias empezaron a llegar a la familia Valle, según confirmaron a Infobae un oficial del ejército que investigó al clan durante una década y otro militar que participó directamente en el operativo de captura de los líderes del clan en 2014.
El exfuncionario municipal de Copán recuerda que fue Juan Antonio “Tony” Hernández, hermano del presidente Juan Orlando Hernández, quien llevó a los hermanos Valle la advertencia final. Váyanse de aquí, les dijo en una conversación en La Entrada, la ciudad que es desde donde el departamento de Copán se abre hacia las montañas que hacen frontera con Guatemala. “Tony y Los Valle habían sido aliados, pero Tony sabía que no había vuelta atrás, que Juan Orlando iba a declararles la guerra”, dice un coronel de la policía hondureña que investigó a Los Valle bajo las órdenes del general Ramón Sabillón, entonces jefe de la Policía Nacional.
Con aquella advertencia iniciaba la caída de Los Valle Valle.
A Juan Orlando Hernández le gusta repetir que fue su gobierno el que aprobó la extradición de narcotraficantes a Estados Unidos y que, durante su gestión (2014-2021), 59 capos del tráfico de cocaína terminaron en Estados Unidos. Eso y otras cosas recordó el expresidente hondureño a Washington en una carta abierta que publicó en su cuenta de Twitter el 7 de febrero pasado, un día después de que el Departamento de Estado lo incluyó en la llamada Lista Engel de actores corruptos y antidemocráticos de Centroamérica.
Mostrarse al mundo como el principal enemigo de los capos hondureños ha sido la respuesta de Hernández a todas las acusaciones que pesan sobre él por su supuesta participación en el narcotráfico. La realidad sobre la relación entre el expresidente y los clanes narcotraficantes más importantes de Honduras, como Los Valle en occidente y Los Cachiros en el norte, ha sido diferente.
Una de las medallas que JOH se cuelga es la entrega de los hermanos Valle a Estados Unidos el 18 de diciembre de 2014. Pero, según han contado a Infobae dos oficiales de alto rango de la Policía Nacional que participaron en la captura de Los Valle, la idea inicial no era detener a los capos, sino aniquilarlos.
Fue por eso que Ramón Sabillón, entonces jefe de la PN, decidió montar un operativo de captura el domingo 5 de octubre de 2014 con apoyo de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA, en inglés) sin avisar al presidente, su jefe.
“Lo que (Hernández) pretendía era matarlos. A ellos y a Los Cachiros…”, dijo en Tegucigalpa uno de los oficiales que participó en las capturas de los narcotraficantes.
Como medida de protección, para evitar cualquier atentado contra Miguel Arnulfo y Luis Alonso, los dos hermanos que cayeron primero, Sabillón los mantuvo en un lugar que él controlaba directamente, la sede de las fuerzas especiales de la policía, conocidas como batallón Cobra, en la capital Tegucigalpa, a unos 370 kilómetros de El Espíritu.
Sabillón interrogó varias veces a Los Valle en el cuartel de los Cobra y se enteró, de boca de los narcos, que había relaciones entre ellos y Juan Antonio “Tony” Hernández, hermano del presidente condenado a cadena perpetua en Estados Unidos en marzo de 2021 por narcotráfico.
De acuerdo con testimonios y documentos judiciales recogidos en Estados Unidos para el juicio de “Tony” Hernández y otros narcotraficantes hondureños, Los Valle compartían el control de Copán con otros capos, como el entonces alcalde de El Paraíso, Alexander Ardón, miembro del Partido Nacional de Hernández. Los Valle eran, sin embargo, el clan que más presencia tenía, por el alcance de su operación, por sus contactos con el Cartel de Sinaloa en México y por su brutalidad. Durante todo el inicio del nuevo siglo, todos convivieron en armonía en una especie de paz mafiosa en Copán.
Ardón, que también terminó en manos de autoridades estadounidenses, dijo durante el juicio a Tony Hernández en Nueva York que el presidente Juan Orlando había recibido en 2013 un millón de dólares de Joaquín Guzmán Loera, el Chapo, líder de Sinaloa, a cambio de garantías de que la operación de sus socios hondureños no sería lastimada si Hernández se convertía en presidente, como en efecto ocurrió aquel año.
Pero, al decir de Ardón, JOH no cumplió su parte del trato. “Le dije a Juan Orlando Hernández que le habían pagado un millón de dólares para proteger a los Valle… me dijo que no tenía obligaciones con nadie”, aseguró Ardón a la corte neoyorquina cuando sirvió como testigo en el juicio a Tony Hernández en octubre de 2019.
Fue el general Sabillón uno de los primeros en hacer públicas las razones por las que el presidente quería evitar a toda costa que los Valle terminaran en Estados Unidos. El policía dijo a una periodista en 2016 que uno de los Valle le confesó que “(Tony) el hermano del hombre (Juan Orlando) trabajaba” con Alexander Ardón, el alcalde narco asociado con los Valle.
Juan Orlando Hernández se cobró la desobediencia de Sabillón con creces. Capturar a los Valle sin que el presidente lo supiera, lo que habría desarmado el plan de aniquilar a los narcos antes de que hablaran sobre la implicación del presidente con El Chapo y los negocios de Tony Hernández, costó al general el despido y el exilio.
Sabillón recibió su notificación de despido a finales de noviembre de 2014, poco menos de dos meses después de haber capturado a los Valle. El gobierno lo vendió como parte de una depuración emprendida por su gobierno para limpiar la policía. En realidad, esa limpia sirvió a Hernández para deshacerse de oficiales molestos que habían investigado a narcotraficantes que terminaron denunciando la complicidad de la familia presidencial en el negocio de la cocaína.
En 2016, Sabillón se fue a Estados Unidos exiliado; regresó a finales del año pasado tras el triunfo de Xiomara Castro en las elecciones presidenciales y hoy es el nuevo ministro de seguridad de Honduras.
Alexander Ardón se entregó el 14 de enero de 2019 a la DEA, luego de negociar con los estadounidenses que daría testimonio en el juicio a Tony Hernández. Cuando habló, Ardón dio más pistas sobre la participación del presidente en el narcotráfico. Reveló, entre otras cosas, detalles del plan que los Hernández ejecutaron desde 2013 para arrebatar el control de las rutas de la cocaína a los clanes locales.
Cuando, a principios de esta semana, el secretario de Estado de Estados Unidos Anthony Blinken comentó la inclusión de Hernández en la Lista Engel escribió que la decisión se basó en “testimonios” como los de Ardón y los Valle, aunque no mencionó a estos narcos con nombre y apellido. Washington, de hecho, había decidido poner en la lista a Juan Orlando en julio pasado, cuando aún era presidente, pero prefirió esperar hasta después de las elecciones que dejaron a Castro como presidenta y a Hernández con el fuero que le otorga su calidad de diputado del Parlamento Centroamericano.
La caída de los Valle y Ardón no significó que las rutas de Copán quedaran despobladas, como sí ocurrió con pueblos como El Espíritu, otrora cuartel general convertido en un montón de ruinas. El negocio siguió y también la violencia. El 10 de diciembre de 2019, un comando paramilitar asesinó en La Entrada a José Luis Pinto, un abogado de los Valle y quien también representaba a alias Magdaleno Meza, un socio del clan que tenía en su poder libretas en las que se supone había referencia a los hermanos Hernández y quien fue asesinado en una cárcel hondureña en octubre de 2019.
Dos días antes del anuncio estadounidense sobre la inclusión de JOH en la Lista Engel, hubo otro recordatorio macabro de la violencia narco en Copán. También en La Entrada, pistoleros asesinaron a Reynerio José Valle, un adolescente de 15 años, hijo de Reynerio Valle, el menor del clan. “Los ciclos de venganza en Copán van para largo… no importa que los Valle estén presos y que a JOH se lo lleven (extraditado)”, dijo a Infobae un policía que estuvo destacado en Copán la década pasada.
A Miguel Arnulfo y Luis Alonso Valle los hundió, al final, la traición de Juan Orlando Hernández, pero ellos mismos habían empezado a cincelar su destino años antes.
Un oficial hondureño que siguió la pista a los Valle desde 2013, y quien habló con Infobae bajo condición de anonimato por seguridad, dijo que uno de los primeros quiebres en la cadena del poder fue la desaparición, en 2014, de Mayra y Jazmín Lemus, dos hermanas que se casaron con Luis Alfonso y Miguel Arnulfo respectivamente.
El extrabajador municipal que conoció a los Valle relata lo que, sobre esa desaparición, se supo en Copán. Mayra, la esposa de Miguel Arnulfo, empezó a quejarse de forma muy discreta por los maltratos de su marido a finales de 2013 hasta que un día, ella y su hermana desaparecieron sin dejar rastro. “Luis lloraba por jazmín, se emborrachaba, ahí empezó a decaer”, asegura esta fuente.
El oficial hondureño asegura que, en la Policía Nacional, hubo noticias de que las hermanas se fugaron a Estados Unidos y ahí se convirtieron en testigos protegidas. Autoridades estadounidenses consultadas por Infobae no corroboraron esta versión.
También fue la arrogancia. Aún sabiéndose perseguidos, los Valle no dudaban en filmar sus propiedades en El Espíritu para luego utilizar las imágenes en vídeos musicales hechos a la medida que circulaban por la plataforma YouTube. En uno de esos vídeos, dedicados a un cumpleaños del hijo menor de Miguel Arnulfo Valle y Jazmín Lemus, hay detalles que sirvieron a la inteligencia policial hondureña para planificar la captura de los hermanos.
Lo cierto es que durante más de un año los hombres del general Sabillón y los agentes de la DEA estrecharon el cerco. Sabían, por ejemplo, que los Valle habían abierto una ruta desde El Espíritu a la frontera con Guatemala, la cual solo se podía recorrer en mula; sabían también que Luis Alfonso tenía que inyectarse insulina varias veces al día por su diabetes y que, debido al frágil estado de salud de Luis, una enfermera acompañaba a los hermanos siempre.
Cuando los capturaron, según un reporte de inteligencia al que Infobae tuvo acceso, los Valle habían intentado huir a Honduras, pero la insulina de Luis Alonso se había terminado y el dinero que tenían encaletado en un tanque de agua a medio camino en la frontera con Guatemala no era suficiente. Los Valle tuvieron que desandar sus pasos. Cuando iban de regreso a El Espíritu los estaban esperando.
En sus mejores días, la familia Valle, presidida por Doña Digna -como se le sigue llamando en Copán-, y por sus hermanos Miguel Arnulfo, Luis Alonso y José Reynerio, controlaba la salida de la cocaína que llegaba desde Suramérica hacia la vecina Guatemala. Fueron, los Valle, uno de los clanes que convirtieron a Honduras en el epicentro regional del tráfico de cocaína. Su negocio, según cálculos que se desprenden de testimonios en los juicios estadounidenses, llegó a generar ganancias anuales de hasta US$250 millones.
Cuando la policía de Juan Orlando Hernández entró a El Espíritu, tras la captura de los capos, encontró US$11.2 millones enterrados en caletas dentro de las casas de la familia que hoy están desmanteladas.
En los alrededores del pueblo una leyenda narco aseguraba que Miguel Arnulfo y doña Digna escondieron más dinero en el templo católico que la familia ayudó a remodelara. Si era así, los Valle se llevaron la plata antes de irse: cuando soldados y policías buscaron en el templo no hallaron nada. Imposible saberlo ahora. La iglesia, como los palacetes de los Valle en El Espíritu son vestigios de una guerra que parece lejos de terminar.
Una de las preguntas más acuciantes en Honduras, tras la salida de Juan Orlando Hernández del poder, es si el expresidente acompañará a los Valle, a Ardón y a su hermano Tony en una cárcel estadounidense. Por ahora, congresistas demócratas han pedido a la administración de Joe Biden que inicie el proceso necesario para acusarlo de narcotráfico y extraditarlo.