Uno teje y desteje los acontecimientos vividos todos los días en la República Dominicana, y es muy poco lo que queda a la imaginación. Creíamos haberlo conocido todo con respecto al más emblemático de los actos de corrupción en el mundo americano: el caso ODEBRECHT. Pero las declaraciones de Rodrigo Tacla al diario “El País” de Madrid, España, nos han colocado en un abismo moral, y descubrimos que el artesanado de la corrupción dominicana está cargado de los signos más espectaculares de la degradación moral. Con motivo de la “Carta pública” que Temístocles Montás escribió, días después de ser sometido por el Procurador General de la República acusado de recibir sobornos de la compañía ODEBRECHT, yo escribí lo siguiente: “A quienes les preocupa la historia en movimiento guarden la carta pública de Temo, puesto que la intención comunicante de quien la escribió se traicionó a sí misma, y dejó al descubierto (¿intencional?) todo el andamiaje corrupto del sistema”.
Pero no fue así. Las declaraciones del abogado Rodrigo Tacla desnudan aún más que la carta de Temo la degradación moral del país personificada en quienes nos dirigen. Según las declaraciones de Rodrigo Tacla ODEBRECHT “también organizaba fiestas. Y enviaba mujeres desde Brasil a celebraciones con políticos en Panamá y República Dominicana. Era la forma de la constructora expresar su agradecimiento. Aunque luego eso también se convertía en un chantaje”. Los dominicanos debemos ser siempre asombro y tener constantemente los ojos abiertos, porque un país expuesto en la prensa internacional a tales niveles de infamia, “no merece el nombre de país, sino de féretro, tumba o sepultura”- como dice el poeta. Es habitar en un abismo moral, porque ésos que nos dirigen no sólo se robaban el dinero público con las transacciones comerciales con ODEBRECHT, sino que daban riendas sueltas al desenfreno del placer y el sexo, y se convertían a su vez en prisioneros de sus actos. Tígueres bimbines, marrulleros altivos que echan el último copo de humo y aplastan la colilla del cigarrillo antes de entrar en la cumbancha. ¿No habrá usado la compañía ODEBRECHT todo ése arsenal de fotografías y videos para chantajear a las autoridades dominicanas? ¿Qué pasaría si, como se comenta, aparecieran álbumes de esas opíparas parrandas del funcionariado peledeísta dando golpes de biela en un baile candente con esas exuberantes mulatas brasileñas?
La estrategia de Danilo Medina ha sido ignorar todo lo que está pasando, hacer como si él no tuviera nada que ver con eso. Pero Tacla es una memoria ardiente y lo subraya: “ODEBRECHT financiaba también los proyectos políticos, y luego disponía de un conjunto de obras a ejecutar que eran asumidas por el candidato. El marketing correspondiente lo hacía siempre Joao Santana, él era la voluntad de ODEBRECHT operando en el terreno político. ”. Y éste señalamiento sí hermana las ocultas intenciones de la Carta de Temístocles Montás con las declaraciones de Tacla, porque en ambas se admiten el financiamiento electoral a la campaña del presidente Danilo Medina. Uniendo las declaraciones de Tacla con la carta de Temístocles Montás, queda al descubierto todo el esqueleto de la corrupción sistémica y concreta que práctica el gobierno, y el elevadísimo nivel de descrédito moral que hemos alcanzado. ¿No son las declaraciones de Tacla y la carta de Temo la expresión de la anarquía simpática de una sociedad sin valores, hundida en la guiñada trágica de la corrupción generalizada? ¿Se puede desvincular Danilo Medina de una práctica que lo tenía a él como centro de la acción? ¿No fue Danilo Medina quién casi llora cuando dio públicamente testimonio de agradecimiento a Joao Santana? ¿Si fuéramos un país de verdad, y no la caricatura degradada que somos; las declaraciones de Tacla, así como la carta de Temo, no hubieran obligado a una investigación sobre financiación electoral?
Vivimos como en un abismo moral. La élite política que nos gobierna ha renunciado a vivir en valores. Me repito a mí mismo: “Sobre el hormiguero humano de la sociedad civil en nuestro país, no flamea ya ningún trapo sagrado. Vivimos en el reinado de la corrupción y la impunidad”.