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Con la guardia baja

En definitiva, nuestra salud pública sigue estancada en el mismo antiguo, obsoleto y mucho más costoso en vidas y recursos modelo de medicina curativa  en vez de la preventiva, tal como aconseja tanto la probada experiencia como el más elemental sentido común.

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¿No es el dengue una enfermedad endémica que afecta al país donde en cada ocasión en que se ha registrado un brote somos el de la región donde se registra mayor índice de mortalidad?

Siendo así, ¿no era de esperar que las autoridades de Salud Pública tuviesen elaborado y en reserva una estrategia adecuada de prevención y tratamiento adecuado del dengue a fin de aplicarlo de inmediato que el brote hiciera su asomo y  reducir al mínimo el riesgo de muerte de los pacientes?

¿Cómo al cabo de tantos años y brotes epidémicos todavía la inmensa mayoría de la ciudadanía se mantenga ignorante de cuáles son las medidas sanitarias que deben adoptarse para impedir que el dengue se extienda?

Peor aún, ¿que una gran cantidad de médicos parezca carecer de los conocimientos requeridos para enfrentar la enfermedad e ignore el protocolo de tratamiento de la misma?

Causa sorpresa y es de lamentar que ya con más de seis mil casos registrados y los pacientes, principalmente niños, desbordando las consultas de los hospitales públicos sea apenas la pasada semana que el Ministro de Salud Pública anunciara en la prensa un plan de emergencia para orientar a los médicos de los hospitales de la región sur donde se ha producido el mayor número de casos, a fin de aplicar el protocolo recomendado para el manejo adecuado de la enfermedad.  Siendo endémica ¿no es de suponer que forme parte de sus conocimientos básicos?

Aún cuando la representante local de la Organización Panamericana de la Salud reconoce que las autoridades están adoptando las medidas de lugar para enfrentar el problema, lo cual no es de dudar lo está haciendo, sin embargo, de manera reactiva donde una vez más se deja notar la falta de prevención.

Siendo un problema de salud recurrente, lo cierto es que debiera encontrarnos debidamente preparados de antemano en cada ocasión para hacerle frente sobre todo en la capacitación del personal médico para el manejo adecuado del dengue,  y de suficiente conocimiento de la ciudadanía para adoptar las medidas de lugar que eviten la proliferación del vector.

Luce, por el contrario, como que siempre la aparición del dengue nos encuentra con la guardia baja. Que esperamos, como por lo general en todos los casos y circunstancias, a que el agua nos llegue al cuello para entonces reaccionar lanzándonos a una acelerada carrera en el inútil empeño de tratar de  recobrar el tiempo y espacio perdidos.

Resulta preocupante, por otra parte, que todavía a estas alturas encontremos serias discrepancias entre las cifras de muertes por el dengue que registra Salud Pública, y las que ofrece, en cambio, el Colegio Médico, lo que sugiere que al final asistiremos a una nueva repetición del espectáculo de inculpaciones entre ambos, achacándose mutuamente la responsabilidad por la cantidad de pacientes fallecidos.

En definitiva, nuestra salud pública sigue estancada en el mismo antiguo, obsoleto y mucho más costoso en vidas y recursos modelo de medicina curativa  en vez de la preventiva, tal como aconseja tanto la probada experiencia como el más elemental sentido común.

Lamentable y penoso.

 

 

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