“Confianza en su amor”

Me volví contra Dios, le pregunte miles el para me había dado un hijo estaría orgulloso de su mamá. En el kínder se burlarían de él, pues su mamá ojo azul y otro negro. Tenía rencor a la vida, con todo y con todos, me costó muchísimo luchar por sobrevivir y salir adelante.

Un cordial saludo a todos mis queridos lectores.

Me toco mucho luchar para que Dios me diera el primer hijo. Me sentí la mujer más feliz del mundo cuando a los cuatro años pude lógralo. Cuando mi hijo tenía como dos años Decidí hacerme una cirugía oftalmóloga para no usar más lentes de contacto .Pero la doctora que practico la operación ocasionaría una hemorragia expulsiva que termino con mi ojo. Me hundí en una depresión por meses; casi me cuesta mi familia, mi esposo y mis padres.

Me volví contra Dios, le pregunte miles el para me había dado un hijo estaría orgulloso de su mamá. En el kínder se burlarían de él, pues su mamá ojo azul y otro negro. Tenía rencor a la vida, con todo y con todos, me costó muchísimo luchar por sobrevivir y salir adelante.

Una noche a los dos meses de lo sucedido, mi hijo tuvo un grave accidente en su ojo derecho el mismo ojo en el que yo sufrí el accidente; se encajó un palo para piñata, brinco de la cama y cayó con toda su fuerza sobre el palo en su ojito; esa noche fue un caos total, localicé a mi actual médico a la 10.00 P.M. y después de un minucioso chequeo, me dio la triste noticia de que tenía que operarlo yo que su cornea había sufrido un grave daño.

Me cito una semana después mientras le recetó un medicamento para el dolor.

Durante la semana sentí que definidamente Dios se había olvidado de mí, pero un día me armé de valor y con el corazón en la mano le pedí que me escuchara, que era importante lo que le diría; cerré mis ojos y le dije: “Señor mío, te pido, te suplico, te imploro que tomes el ojo que me queda, te lo ofrezco Señor, cerraré mis ojos y al abrirlos déjame ciega, toma el único ojo que me queda, pero sana a mi hijo. Contaré hasta tres y Tú que todo lo puedes, hazlo. Y así lo hice; conté hasta tres y nada paso, yo seguía viendo.

Mi fe se fue al suelo nuevamente; al pasar la semana acudimos fuimos a la cita con el médico y al revisar el niño de nuevo no sabía cuál ojo había sido el dañado, ya que ninguno tenía rastro de nada. Ese fue mi Padre Celestial.

Comprendí que Dios sí me había tomado la palabra anticipadamente y este ojo que me dejó fue para poder ver a mi hijo crecer.

Y le di muchas gracias a Dios.

Los dejo con esta lectura tomada del Libro de los Salmos, Capitulo 116 Versos 1, que dice: “Amo al Señor porque escucha clamor de mi plegaria”.

Hasta la próxima y muchas bendiciones para todos.