La sequía es letal para el campo y los ecosistemas pero la falta de lluvias también conlleva numerosos efectos para la salud humana. Algunos se pueden observar a corto plazo, pero otras veces las implicaciones pueden ser a largo plazo y difíciles de predecir.
La falta de lluvia y la contaminación subsiguiente del aire, en ambientes cerrados o al aire libre, agravan las enfermedades respiratorias, el asma y las alergias.
Pero también la disminución del agua disponible y sus variaciones de calidad, incluida el aumento de la temperatura de la misma, se relaciona con la aparición o el incremento de las enfermedades trasmitidas por vectores y las enfermedades infecciosas trasmitidas por el agua y por los alimentos que llevan a deshidratación, afecciones gastrointestinales y diarrea.
El ambiente seco puede resultar fatal además para la piel. De hecho, la contaminación atmosférica disminuye la capa de ozono, y esto hace que aumente la incidencia de la radiación ultravioleta, lo que determina el aumento de los índices de enfermedades en la piel, entre ellas el cáncer y lesiones oftalmológicas como cataratas.
Asimismo, las cosas pueden complicarse a nivel epidemiológico, facilitando la propagación de virus, como uno de los más familiares en esta época del año, la gripe.
Los niños, personas de avanzada edad, mujeres embarazadas, personas con problemas crónicos preexistentes, población con estatus socioeconómico bajo, grupos marginales, o trabajadores de exterior.
Según estudios, la sequía también puede empeorar la salud mental, incrementando el riesgo de estrés, ansiedad, depresión.