Al paso de los años posteriores al desenlace de su vida terrenal, que no equivale a su muerte histórica, ni a la reducción de su grandeza política, la figura del comandante Manuel Marulanda Vélez se agiganta.
Su trascendencia como prócer de las luchas revolucionarias crece sin cesar y habrá de ser así cada 26 de marzo, más que fecha de su fallecimiento, “Día Internacional del Derecho de los Pueblos a la Insurgencia Armada”.
En vida demostró cómo ante el fascismo, cuál que sea su modalidad, no se debe ni ceder, ni confiar en formas de convivencias políticas; menos pensar en que pueda ser persuadido de abandonar su alta criminalidad y su incontenible inhumanidad.
En Colombia, el sencillo “camarada Manuel” -como cariñosamente lo llama la imbatible guerrillerada fariana que contribuyó a forjar ese formidable estratega- dio aportes fundamentales para crear la contrapartida imprescindible a ese engendro mezclado con toda la podredumbre derechista: una fuerza insobornable que le hace la guerra integral (política-militar y cultural) al fascismo criollo y transnacional, para conquistar paz; y no precisamente la paz de los cementerios, de la narco-corruptela, de las bases militares gringas y de las fosas comunes repletas de sus víctimas.
Tampoco la paz del neoliberalismo, el empobrecimiento, las hambrunas capitalistas, el saqueo, la destrucción ambiental, la negación de libertades y liberaciones…
¡La paz con justicia social, soberanía, dignidad humana!
¡La paz con democracia, independencia y socialismo!
La paz que urgentemente necesitan Colombia y la Patria Grande bolivariana, martiana, guevarista…
Esa paz auspiciada por una fuerza que resiste, se defiende y ataca con talento y decoro en las montañas, en el llano, en las plazas públicas colombianas, y muy singularmente en la Mesa de Diálogo de la Habana.
La paz que hay que sembrar derrotando el fascismo que muestra y acciona sus horribles garras, destilando sangre y destrucción por las calles venezolanas; procurando revertir el hermoso proceso bolivariano gestado por el Comandante Chávez y sus camaradas de armas e ideas transformadoras.
Un fascismo-racista muy presente ahora en Venezuela como factor incendiario y punta de lanza contra-revolucionaria; presente y activo también en todas las crisis actuales y en todos los procesos de cambio, con matriz y tutela imperialista.
Un fascismo que brota de un capitalismo senil, altamente destructivo a escala mundial; de un imperialismo pentagonizado, que potencia todas las opresiones y todas sus rapacidades, ignominias y perversidades.
De una dominación que hay vencer a golpe de pueblo movilizado, de pueblo armado de la razón y de la fuerza, de pueblo y vanguardias capaz de subvertir capitalismo y sembrar socialismo; sin medias tintas, sin contemporizaciones social-pendejas, centristas o social-demócratas.
Que hay que derrotar a Golpe de Timón y radicalidad transformadora.
A lo Tupac Amaru en las rebeldías originarias, a lo Bolívar en lo tiempos de la primera independencia, a lo Lénin en los propios, a lo Manuel en los suyos.
No perdiendo jamás de vista que estamos –como decía Martí- en plena “hora de los hornos”, que la marcha atrás en los cambios emprendidos y en los caminos transitados, que el ceder en lo ya acumulado o estancarse sin avanzar, es la muerte de toda revolución y la victoria neofascista con toda su impronta regresiva y sangrienta.
Ahora, más que cuando apenas nacía el fascismo y el capitalismo pujante pataleaba en medio de una de sus agudas crisis cíclicas, es extremadamente válida la frase de SOCIALISMO o BARBARIE, pronunciada por la Rosa roja del socialismo del siglo XX.
Porque ahora, tras el abrumador poderío mediático y militar del sistema imperialistas, tras el apadrinamiento feroz de sus putrefactos aliados locales, tras sus prédicas y prácticas incendiarias, se esconde su multi-crisis y su decadencia insoluble, junto a su incapacidad de crear algo distinto.
Sí, ahora, parodiando a nuestros queridos camaradas Iñaki Gil de San Vicente y Jorge Beinstein, debemos pensar cuanta verdad encierra la frase COMUNISMO O CAOS en este siglo XXI.
Es preciso ver más allá de la curva y observar la profundidad del cáncer imperial.
Es hora de revoluciones creativas, capaces de construir la paz desde las rebeliones e insurgencias más diversas, multi-colores y multifacéticas. Pero revoluciones de verdad.
Es hora del contra-ataque revolucionario firme e inteligente en todos los escenarios de combate… para defender lo conquistado, ampliar la convocatoria, intensificar la confrontaciones libertarias, desplazar gobiernos de derecha y profundizar los cambios en marcha, imprimiéndole fuerza anti-capitalista y poder popular.
¡Hacia atrás, jamás; hacia adelante, siempre!