Haití recientemente decidió exigir que todos los libros de texto de sus escuelas primarias sean sólo en creole, eliminando los subsidios para ediciones en francés. La constitución haitiana vigente, de 1987, establece que Haití es un país bilingüe, con dos lenguas oficiales: el mal llamado “patois” y el francés.
Aunque la mayoría de los haitianos emplea sólo el creole y quienes no están alfabetizados desconocen el francés; despreciar al francés en la educación básica es otro paso de la constante y dolorosa involución del vecino territorio. El “kreyól”, como le llaman ellos, es usado por apenas ocho millones de personas en el mundo entero. Muchos haitianos educados y algunos lingüistas lo consideran una deformación del normando mezclado con lenguas africanas.
En creole es imposible enseñar matemáticas avanzadas o física ni conocer muchos clásicos griegos o publicaciones científicas ni desarrollar software. Un número mayor de haitianos habla una tercera lengua, español, que la cantidad de gente del resto del mundo que habla o entiende el creole haitiano.
Como alguna profecía del vudú, Haití es la culebra que se come a sí misma mordiendo su cola. Ucrania minimiza su urgencia, pero dejarlos por su cuenta es una crueldad.