En los últimos 50 años, la mayoría de los países del mundo han visto coincidir dos procesos que parecerían incompatibles: el crecimiento de la clase media y el crecimiento de la desigualdad socioeconómica. Para América Latina, el proceso de crecimiento de la clase media ha sido particularmente notorio en las últimas dos décadas.
Según el informe Panorama Social de América Latina 2019 de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), en el año 2002, el 70.9% de la población latinoamericana pertenecía a estratos bajos, el 27% a estratos medios y el 2.1% al estrato alto. Para el 2017, el porcentaje de la población en estratos bajos se había reducido a 55.9%, la de estratos medios había aumentado a 41.1% y la de estrato alto a solo 3%. El mayor crecimiento porcentual se produjo en el estrato medio-bajo, de 14.4% en 2002 a 20.9% en el 2017, y en el estrato medio-medio de 9.5% a 15.7%. O sea, la clase media creció en la región, pero en condiciones vulnerables.
El boom de las materias primas circa 2008-2010 generó amplios recursos en muchos países de la región, sobre todo en América del Sur, mientras en otros países como la República Dominicana, la prosperidad en las economías desarrolladas después de la Gran Recesión de 2008 contribuyó al flujo de recursos por el aumento en las remesas, el turismo y las exportaciones.
En el caso dominicano hubo además 15 años consecutivos de estabilidad macroeconómica y crecimiento (2005-2019), que, aunque no trajeron prosperidad a muchos en los estratos bajos, si ayudaron al crecimiento de las capas medias, como indican para la región los datos antes señalados.
Sectores como la economía del entretenimiento (restaurantes, bares, resorts), medios de comunicación y redes, profesionales diversos, pequeñas y medianas empresas, y la gestión inmobiliaria y financiera contribuyeron al boom de la clase media dominicana.
Todos estos sectores serán negativamente afectados por la nueva economía que generará el coronavirus, ya sea porque la población restrinja el gasto al consumo necesario, o porque las nuevas prácticas de distanciamiento social modifiquen patrones de socialización y diversión.
Otro asunto para considerar en el caso dominicano es la reducción del flujo de remesas. La gran migración dominicana se encuentra en zonas del mundo muy afectadas por el coronavirus: Estados Unidos y Europa. Las remesas constituyen el principal ingreso complementario para muchas familias dominicanas. Una reducción en el flujo de remesas empobrecerá muchos hogares dominicanos que se han colocado en estratos medios gracias a esas entradas. La CEPAL estima que la tasa de pobreza para la población en hogares dominicanos que reciben remesas aumentaría cerca de un 30% si dejaran de recibirlas.
A todo lo anterior hay que agregar las restricciones que vendrán eventualmente al gasto público en tanto los ingresos fiscales del Estado se reducirán con la desaceleración económica, mientras la capacidad de endeudamiento estará más restringida por el menor flujo de divisas que tendrá el país.
En el 2018, la encuesta de Latinobarómetro preguntó en todos los países de la región sobre la auto identificación de clase social. En la República Dominicana el 42% se auto identificó de clase media, comparado con un 37% para toda la región. Esa clase media enfrentará en los próximos meses una difícil situación económica, y la dificultad para rehabilitar rápidamente sectores como el turismo augura un período prolongado de precariedad económica en el país.
Se necesita optimismo para enfrentar la crisis, es verdad, pero también realismo y ajustes.
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