El ilegal y trastornador negocio de las tragamonedas se resiste a desaparecer y su capacidad de supervivencia no parece nada casual, sino fruto de un sistema de proteccionismo en que se combinan la corrupción y una poderosa red mafiosa.
Ante una persistente operación que mueve mucho dinero y que se protege con complicidades, hasta ahora ha sido imposible eliminar las tragamonedas, a pesar de las denuncias del daño social y económico que provocan. Son muchos los interrogantes que se desprenden de esta situación y que no encuentran respuesta o explicación alguna.
Desde finales de julio, tras el trabajo de investigación periodística difundido en el programa El Informe sobre las tragamonedas chinas, estos aparatos han seguido operando con normalidad, aunque las autoridades han publicitado en dos ocasiones un montaje de destrucción que no es tal, porque se ha comprobado que solo rompen cajones vacíos.
La realidad es que pese a las instrucciones impartidas por el procurador general de la república, Francisco Domínguez Brito para la confiscación de estas máquinas ilegales, el negocio sigue intacto, incluso en los lugares que ya fueron denunciados por el Informe, algo que realmente es insólito.
Algunos de los operadores han buscado alternativas para burlar a la autoridad, mientras que otros operan con total desparpajo, sin que los llamados a detenerlos tomen acción en su contra.
En colmados barriales y otros establecimientos comerciales se aplica ahora la siguiente estrategia para evadir la persecución: Por el día no se observa nada anormal, pero cuando cae la noche, aparece en el lugar una máquina tragamonedas.
En una increíble muestra de irresponsable dejadez, el director de casinos y juegos de azar del Ministerio de Hacienda admitió que el departamento que dirige nunca ha movido un dedo para detectar a los propietarios de estas máquinas ilegales.
¿Cuándo terminará este descaro y abierto desafío a la ley y a la vida sana y tranquila de las familias? ¿Alguna autoridad se animará a salir de verdad en defensa de la ciudadanía?