En el principio todo estaba desordenado y vacío, pero Dios con su poder cambió todas las cosas, la verdad es que a veces nuestra vida está así: desordenada y vacía, con necesidad de dirección y objetivo. Es allí donde debemos acudir al Señor, pues el reordena nuestra vida y nos revela el verdadero sentido de ésta. Después de la muerte del Señor los discípulos estaban pasando por momentos difíciles, pero Jesús vino a ellos y todo empezó a cambiar…
“Y los otros discípulos vinieron con la barca, arrastrando la red de peces, pues no distaban de tierra sino como doscientos codos. Al descender a tierra, vieron brasas puestas, y un pez encima de ellas, y pan. Jesús les dijo: Traed de los peces que acabáis de pescar”, Juan. 21:8-10.
Dios lo prepara todo, y va más allá de nuestros pensamientos. Al considerar el texto de hoy, vemos que el pez que estaba asando Jesús, no era de los pescados por ellos, pues cuando descendieron de la barca estaba listo el pez y el pan. El Señor Jesús siempre va más allá de lo que pensamos o esperamos, ellos estaban experimentando un milagro, sin embargo, Jesús les enseña su sobreabundante poder. Él es proveedor por excelencia, sus milagros bendicen a muchos, conociendo su condición Jesús alimento a cinco mil.
El versículo 11 nos enseña que pescaron “ciento cincuenta y tres grandes peces”, y “siendo tantos la red no se rompía”, en el escrito original para “grandes” se utiliza el término gr. Mega, en este lago había 22 clases de peces, algunos alcanzaban el metro de longitud, podemos hablar de peces de 10 ó 12 kgrs. Según el contexto los discípulos que estaban allí, eran siete, y comen del mismo pescado, confirmando así que el pez era de gran tamaño. Así pues, tenían ahora una o dos toneladas de pescado. Cuán grande, bueno y poderoso es nuestro Dios, pues la noche anterior no habían pescado nada, y ahora solo unos minutos después hay abundancia de pescados. En Dios podemos conocer y vivir la verdadera prosperidad.
Jesús conoce tu condición y te cuida, “Les dijo Jesús: Venid, comed. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿Tú, quién eres? sabiendo que era el Señor. Vino, pues, Jesús, y tomó el pan y les dio, y asimismo del pescado”, Juan. 21: 12-13. “Venid, comed”, les dijo el maestro, Jesús sabía que habían estado toda la noche pescando y tenían hambre. Él mismo les sirvió, aunque estaba resucitado con todo poder, y se ocupó de servirles (Jesús siempre nos está enseñando, por eso lo vemos aquí ministrándolos, y no los reprende después de haberlo abandonado sino que los anima a creer en él.
El milagro más grande ocurre cuando te encuentras con Jesús:“Esta era ya la tercera vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos, después de haber resucitado de los muertos”, Jn. 21:14. Era la “Tercera vez que Jesús se manifestaba”, el número tres indica: plenitud divina, perfección en testimonio. Y fue en el mar de Tiberias, donde Jesús impartió gran parte de sus enseñanzas, es pues, una revelación del Señor a sus Discípulos, Cristo dándose a conocer, y esto es maravilloso pues la noche había sido muy difícil. Por eso, aunque nuestro momento sea oscuro y adverso, debemos seguir confiando, pues Jesús aparecerá y todo será diferente.
Reflexión final: Los discípulos seguían aprendiendo, y Jesús seguía enseñando. Él no ha dejado de hacerlo; como discípulos debemos continuar aprendiendo de él, y no te extrañes, sus escenarios de enseñanza son tan diversos como los colores del arco iris, pero como aquel arco en el cielo, son hermosos. Dios cumplirá su propósito en ti.