La entrevista del presidente Danilo Medina en el marco de la Cumbre de las Américas celebrada en Panamá con cuatro representantes de la prensa nacional, refleja su personalidad y, más que nada, su concepción del poder. La presidencia, dijo, no lo envanece. Lo único que disfruta y le enorgullece de ella es la oportunidad que él se ha dado de visitar cada domingo pueblos del interior para hablar con gente que nunca antes tuvo acceso a quien ejerciera su cargo y a quien nadie tampoco escucha, en otras esferas en las alturas del poder. Con esta sencilla declaración, el jefe del Estado establece sin duda una distancia moral considerable de su antecesor y de muchos otros que también han ejercido idénticas funciones. El presidente no hace política haciendo reír, tocando una tambora o contorneando sus caderas al ritmo de un merengue contagioso. No busca aplausos, como si la banalidad del accionar político en su propio litoral le fuera ajena.
El mandatario habló con sinceridad de su salud, un tema tabú en la política dominicana. Dijo enfáticamente que no está enfermo y que las causas del sonrojado de su rostro, proviene del uso de protección solar en los días ya lejanos de campaña electoral. También se refirió a otros dos asuntos esenciales del debate nacional: la lucha contra la corrupción y la reelección. Sobre lo primero citó las medidas de control adoptadas por el gobierno para evitarla en su gestión y sobre el segundo dijo que no ha llegado aún el momento, pero está cerca, de hacer pública su decisión.
La reacción en las redes sociales y en los medios indica que el presidente fue muy convincente en el tratamiento de esos y otros temas agudos de la política nacional y surge así la incuestionable interrogante de por qué no propicia encuentros más frecuentes con los medios, para mantener una corriente de comunicación de mutuo provecho, en aras de la transparencia que muchas de sus acciones han logrado.
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