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Cuando el terror nos ataca y sufrimos

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Los terroristas nos atacan y una parte de nuestro mundo se convierte en polvo, llamas de fuego, y caos. Mientras observamos las ruinas con una mirada llena de nerviosismo, el dolor y la inseguridad se lanzan sobre nosotros de en medio de los escombros. El terror brutal paraliza nuestros sentimientos. La escena arde indeleblemente en lo profundo de nuestra alma. Comenzamos a hacernos preguntas tales como: «¿Por qué, Dios mío?» «¿Dónde estás tú, Dios?»

¿Es que acaso Dios es responsable por todo esto que ha pasado? ¿Tiene Dios todavía el control de todo? ¿Qué dice la Biblia? Dios es santo y sin pecado (Levítico 11.45; 1 Pedro 1.16). Dios es soberano (Isaías 45.5-6).

Dios es amor (1 Juan 4.16). Dios es el dador de todo lo bueno y de todo don perfecto (Santiago 1.17).Dios es un Dios de justicia (Deuteronomio 16.18 20; 32.4). Dios es misericordioso (Éxodo 34.6; Nehemías 9.31; Salmo 103.8; Hebreos 8.12). Los caminos de Dios son más altos que nuestros caminos (Isaías 55.9). Dios no sólo tiene todas las respuestas para los problemas de los hombres, sino que él mismo es la respuesta.

¿Por qué tanto sufrimiento, si Dios es tan bueno, misericordioso, y el dador de todo don perfecto? Dios es también santo y él traerá a cada obra perversa a juicio. Los caminos de Dios son más altos que nuestros caminos, y sus pensamientos son más altos que nuestros pensamientos (véase Isaías 55.8-9). Nosotros no siempre podremos comprender por qué Dios permite que las cosas desagradables nos sobrevengan. Sin embargo, nosotros sí podemos saber que Dios aún nos ama. Analicemos ahora algunos de los propósitos que la Biblia ofrece con relación al sufrimiento.

Algunas veces el sufrimiento aparece para probar nuestra fe en Dios. La Biblia cuenta la historia de un hombre llamado Job. Dios probó aquella fe inquebrantable de Job cuando permitió que Satanás le despojara de todo lo que poseía (sus posesiones materiales y sus hijos).

Sin embargo, Job salió triunfante del sufrimiento. Al concluir aquel día tan trágico, Job declaró: «Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito» (Job 1.21). Su fe en Dios permaneció intacta. Job había pasado la prueba. «¿Está Dios probando mi fe en él?»

Muchas veces el sufrimiento llega para aumentar nuestra fe. Cuando todo nos va bien a nosotros, tendemos a confiar en las cosas materiales para nuestra seguridad. No obstante, Dios desea que confiemos en él. De manera que, algunas veces y de una forma amorosa, Dios permite que nuestra confianza y seguridad en las cosas materiales nos fallen para que busquemos su rostro más de cerca. «¡Quizás lo que sucede es que Dios desea aumentar mi fe y quitar mis dudas!»

Otras veces el sufrimiento viene en forma de castigo a causa del pecado. La Biblia nos narra la historia de Acán en Josué 7.1 26. A causa del pecado de Acán la nación entera de Israel sufrió una derrota en una batalla contra el enemigo. Acán fue apedreado y luego quemado como memoria del juicio de Dios hacia el pecado. En todo este sufrimiento, Dios buscó limpiar a su pueblo del pecado para acercarlo más a él.

No hay dudas de que nuestro mundo ha pecado. Muchas personas ya no se dan cuenta de cuán malo es el pecado. Pero la Biblia nos muestra que el pecado es «sobremanera pecaminoso» (Romanos 7.13). El pecado nos separa de la presencia de Dios. Dios condena el adulterio, el divorcio y las segundas nupcias, el aborto y otros tipos de asesinatos, la homosexualidad, el odio, las borracheras, y todo lo que está en contra de la santidad (véase Gálatas 5.19 21). Nosotros no disfrutaremos las bendiciones que Dios tiene para nosotros a menos que dejemos de practicar estos pecados. «¿Será que Dios me está castigando por mi pecado, porque él desea limpiar mi vida?»

La solución: Nuestro Dios nos habla: «Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra» (2 Crónicas 7.14).

Casi la mayoría de nuestra sociedad está orando en estos días. Esto es un comienzo maravilloso. Este acto hace reconocer a Dios como la tan necesitada Fuente de ayuda en todo tiempo. Sin embargo, ¿será suficiente que oremos y nada más? Este versículo nos dice no sólo que oremos, sino que nos humillemos delante de Dios, y que busquemos su rostro, y que nos volvamos de nuestros pecados. Entonces él llenará nuestro corazón de sanidad interior, paz, y perdón. Solamente orar no es suficiente. Dios quiere que nos humillemos.

El quiere que nos entreguemos por completo a él. Él quiere que nos convirtamos de nuestros malos caminos. Esto es un asunto muy personal. «¿He orado?» «¿He buscado el rostro de Dios con una verdadera humildad?»

«¿Cómo puedo entregar mi corazón completamente a Dios?» La Biblia responde a esta pregunta de forma muy clara. Considera con mucho cuidado lo que la Biblia dice en los siguientes versículos. Estos versículos muestran la forma de encontrar la paz con Dios, sin importar si tú eres un cristiano en estos momentos o si tú estás clamando a Dios por primera vez. Analicemos entonces los términos de Dios para que disfrutemos de la paz interior.

  1. Debemos humillarnos a nosotros mismos. Esto es reconocer nuestras actitudes y acciones pecaminosas ante Dios.

«Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno…. Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (Romanos 3.10 12, 23).

  1. Debemos orar y buscar el rostro de Dios. Esto es creer de todo corazón que Dios nos ama, y que la sangre de Jesús fue derramada para limpiarnos de todo pecado.

«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él» (Juan 3.16 17).

«El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento» (2 Pedro 3.9). «Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» (Romanos 10.13).

  1. Debemos volvernos de nuestros malos caminos. Esto es arrepentirnos (un cambio total de vida), confesar nuestros pecados y dejar de practicarlos, y entregar nuestra voluntad a la voluntad de Dios. «Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados» (Hechos 3.19).

«Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame» (Mateo 16.24).

  1. Debemos abrir nuestras vidas al examen minucioso de Dios y buscar obedecer todos sus mandamientos. «Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno» (Salmo 139.23 24). «El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él» (1 Juan 2.4).

Dios nos oirá desde el cielo y perdonará nuestros pecados si nos rendimos a él. Nos dará paz y seguridad. «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte» (Romanos 8.1 2).

La paz sanadora de Dios trae consuelo y seguridad al corazón de aquel que rinde su voluntad a la voluntad de Dios. Y aunque el terror nos ataque nuevamente, nada podrá quitarnos la paz.

La paz de Dios es verdadera. Puede ser tuya. «La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo» (Juan 14.27).

Fuente: La Biblia.

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