Cuando muere la ideología

Como ocurre con la revolución castrista, la ideología dejó de ser hace tiempo una motivación para la izquierda en todo el mundo. Pasó en la Unión Soviética y, lo sigue siendo para los comunistas alrededor del mundo. Cuando la ideología abandona el camino hacia la utópica redención humana, los sueños acaban.

Como ocurre con la revolución castrista, la ideología dejó de ser hace tiempo una motivación para la izquierda en todo el mundo. Pasó en la Unión Soviética y, lo sigue siendo para los comunistas alrededor del mundo. Cuando la ideología abandona el camino hacia la utópica redención humana, los sueños acaban. La realidad los convierte en pesadillas atormentadoras.  Y alentando  el renacer del ideal por el que consumieron sus vidas, los pensadores de izquierda quedan atrapados en las redes de falsas revoluciones sustentadas en la exaltación de ídolos como los Castro y Chávez, negándose a aceptar los nuevos fracasos.

Por tanto, en realidad, la izquierda, si es que existe, no lucha ya por una causa, sino por intereses, como ha sido la triste experiencia cubana, cuyos soldados fueron a librar como mercenarios a lejanas tierras africanas guerras ajenas de una potencia colonial como lo era la URSS. Es lo que ahora apenas comienzan a ver con claridad en la Cuba pretendidamente revolucionaria, en la que los caprichos e intereses particulares del tirano y de la nomenclatura del partido han estado siempre por encima de los intereses del pueblo y de los ideales que inspiraron el entusiasmo inicial de cientos de miles de cubanos en el Movimiento 26 de Julio.

En parte eso explica que los marxistas del país se pasaran años elogiando el grado de liberación alcanzado por Cuba, mientras ese país era cada vez más dependiente del Kremlin, hasta el punto de ser obligado a hacer la guerra por su amo soviético en Angola, a miles de kilómetros de sus playas. Lo triste es que aún conociéndose los fracasos estrepitosos de los Castro en todos los órdenes de la vida cubana, muchos periodistas e intelectuales continúen enarbolando la bandera de esa revolución como una promesa de redención para el pueblo dominicano.

Por ver estas realidades, se tilda todavía de reaccionario, calificativo que se escucha en muchos ambientes, aunque debo admitir que ahora con apenas el débil sonido de un susurro.