Asombro e indignación si es que aún no hemos agotado nuestra provisión de uno y otra es lo menos que provoca la ostentosa exhibición de derroche económico de El Abusador recogida en un video de su propia autoría presentado por Nuria Piera en su visto programa televisivo, donde el mismo con enfermiza vanidad se auto-proclama “ser un rico de verdá.”
Exhibiendo en la muñeca un reloj de 350 mil dólares, seguramente único de su clase en el país y toda una colección adicional de las marcas más caras y exclusivas valorados en decenas de millones de pesos, más el extenso joyero de su esposa tan rebosante de costosas prendas ante cuya vista el mismo solo atina a exclamar ¡Dios…¡, el video es una insultante demostración de esos bienes de que alardea obtenidos a través de los más sucias y condenables operaciones delictivas.
Tanta desfachatez, tan impúdica demostración de riqueza mal habida adobada con la admisión de haber evadido los impuestos de Aduana en la traída al país de un lujoso mueble italiano, solo puede concebirse cuando se tiene la seguridad de gozar de sobrado margen de impunidad provisto por las altas esferas de la autoridad convertida en aprovechado cómplice.
Es una historia con antigüedad de veinte años al menos, desde que este siniestro personaje sometido varias veces a la Justicia por narcotráfico y finalmente por haber herido a balazos a tres personas, obtuvo su libertad una y otra vez para continuar su larga carrera en el submundo del crimen hasta alcanzar el rango de capo mayor, ocupando las vacantes que fueron dejadas sucesivamente por sus antecesores Rolando Florián Féliz, Quirino Paulino y José Figueroa Agosto.
De que las autoridades conocían de su existencia y andanzas delictivas desde mucho antes sirven de auto de fe las reveladoras declaraciones del director de la Dirección Nacional de Investigaciones cuando las sitúa en un previo período de cuatro o cinco años.
Si es así ¿cómo explicar y entender que hubiera continuado operando posteriormente con absoluta libertad, traficando drogas al por mayor, lavando de igual forma los recursos provenientes del ilícito negocio a través de una docena de centros nocturnos y otros negocios de encubierta, incrementando de manera escandalosa su fortuna mal habida y exhibiendo al desnudo tan escandaloso nivel de vida?
¿Cómo poner en duda entonces la generalizada convicción, que resiste todos los esfuerzos de las autoridades en contrario, de que estas actuaron solo bajo la presión de las autoridades estadounidenses, y que de no ser así todavía tendríamos operando por mucho rato la estructura mafiosa montada por “El Abusador”?
Para Servio Tulio Castaños, el siempre avispado vicepresidente de la FINJUS, este caso es una demostración de la crisis institucional que afecta el país. Tiene razón. Pero es más todavía. Lo es también y en grado más preocupante de la profunda crisis de valores en que ha caído nuestra sociedad, donde lamentablemente la corrupción ha calado en todos sus niveles y se expresa en las más variadas formas desde la instancias públicas hasta los más diversos sectores de la vida ciudadana muchas veces con la misma impunidad y desfachatez que “El Abusador”.
No debe causar extrañeza por tanto que sea cada vez mayor el número de dominicanos que se pregunte ¿hasta dónde va a llegar?
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