Sao Paulo.- La campaña electoral brasileña entró este domingo en su recta final con el presidente Jair Bolsonaro y el exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva lanzándose acusaciones de corrupción, a una semana de la celebración de los comicios.
Todas las encuestas sitúan a Lula como el favorito para alzarse con la victoria el próximo domingo, con una ventaja de entre 10 y 15 puntos sobre el líder ultraderechista, que apura sus opciones para al menos forzar una segunda vuelta prevista para el 30 de octubre.
El candidato del Partido de los Trabajadores (PT), que gobernó Brasil entre 2003 y 2010, sería elegido de nuevo presidente, si supera el 50 % de los votos válidos el mismo día 2, escenario que ya anticipan varios sondeos.
La estrategia de Lula, de 76 años, para finiquitar la contienda en primera vuelta es apelar al «voto útil», restando apoyos al laborista Ciro Gomes y a la senadora de centroderecha Simone Tebet, que juntos suman casi un 15 % de las intenciones de voto; combatir la abstención y seducir a los indecisos.
«Vamos a intentar convencer al mayor número de personas posibles para ir a votar», pidió el antiguo dirigente sindical a sus seguidores, en un mitin este domingo en Río de Janeiro.
EL «Y TÚ MÁS» DE LA CORRUPCIÓN
Lula arremetió también contra Bolsonaro, recordando su negacionismo con la covid-19, las investigaciones por corrupción en las carteras de Salud y Educación bajo su gestión y las sospechas en torno a las operaciones inmobiliarias de la familia del gobernante.
«Él no explica a nadie cómo compró 51 inmuebles con 26 millones» de reales (casi 5 millones de dólares) «en efectivo», denunció el expresidente, en alusión a un reciente reportaje del portal UOL que analizó 107 transacciones inmobiliarias realizadas por Bolsonaro, sus hijos, sus exesposas y sus hermanos desde 1990.
Además, acusó al capitán retirado del Ejército, de 67 años, de controlar el Ministerio Público y la Policía Federal para protegerse.
«Bolsonaro necesita dejar de ser arrogante y necesita saber que tiene que prestar cuentas» porque «va a tener que explicar algunas cosas para la sociedad brasileña», le advirtió.
Por su parte, el líder ultraderechista, que este domingo no tuvo actos de campaña tras participar en la víspera de un debate televisado del que se ausentó Lula, también está explotando los casos de corrupción de los Gobiernos del PT (2003-2016).
El mandatario acostumbra llamar a Lula «ladrón» y «expresidiario» por los 580 días que el dirigente progresista pasó en la cárcel por condenas de corrupción luego anuladas por la Corte Suprema.
En una aparente respuesta, Lula dijo este domingo que la corrupción durante su Gobierno «apareció porque levantaron la alfombra» e «hicieron leyes» para combatirla, y que su paso por la cárcel sirvió para «probar» su «inocencia».
LA FRONTERA DE BOLSONARO: POBRES Y MUJERES
En medio de este cruce de acusaciones, Bolsonaro sigue con su objetivo de rascar votos entre las mujeres y los más pobres, grupos decisivos, mayoritariamente favorables a Lula y a los que intentó persuadir en el debate del sábado, una tarea nada fácil.
El 51 % del electorado brasileño gana hasta dos salarios mínimos al mes (unos 2.400 reales o 450 dólares), el 57 % de estos apoya a Lula, frente al 24 % que respalda a Bolsonaro, según un sondeo del Instituto Datafolha divulgado el pasado jueves.
Entre el electorado femenino ocurre algo parecido. Lula ostenta el 49 % de las intenciones de voto y Bolsonaro el 29 %.
El presidente procuró revertir esa tendencia en el debate destacando el número de detenidos por violencia machista y los subsidios sociales impulsados bajo su Administración.
«Este Gobierno tiene una mirada especial para toda la población pobre, en especial del noreste», la región más pobre del país y granero histórico de votos del PT, aseguró.
La buena noticia para Bolsonaro es que viene recortando distancias en el sureste, la zona más poblada de Brasil y donde volcará buena parte de sus esfuerzos en esta última semana de campaña, la más polarizada de la historia reciente del país.
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