Danilo: ¿comunicólogo o salvavida?

Tony Pérez.

El candidato presidencial oficialista Danilo Medina ha criticado el manejo de la comunicación gubernamental. Hasta ha fustigado incursiones mediáticas de funcionarios, las cuales –entiende—son inoportunas y dañinas para la imagen del Gobierno.

Desde la distancia parece un opositor más rabioso que un Partido Revolucionario Dominicano (PRD) agitador de un paro nacional, el lunes 11 de julio, en su afán de capitalizar el descontento popular por la crisis económica y social; pero que sus dirigentes se han pasado los tres períodos de Leonel Fernández (1996-2000/2004-2008/ 2008-2012) ensalzando la “excelencia comunicacional” de Palacio y sus dependencias. Excelencia impulsada por una inversión anual de 6 mil millones de pesos, según ellos.

Cierta la inquietud del ex ministro de la Presidencia y armador peledeísta.

El modelo que rige la comunicación gubernamental luce costoso, anárquico y de resultados espumosos. Se agota en pago de publicidad política y en la creación de una red que genera mercenarismo periodístico, exclusiones, persecuciones y enemistades entre profesionales de la comunicación y desdibuja al periodismo al igualarlo a la propaganda que magnifica o se inventa hechos; por tanto, deviene en modelo obsoleto y pervertidor que, sin embargo, no es exclusivo de los inquilinos actuales del Palacio sino que, con algunos matices diferentes, ha direccionado el quehacer de gobiernos anteriores.

Sin embargo, el habilidoso candidato quizás no pretendía alborotar el ultrasensible avispero comunicacional oficialista haciendo alardes de comunicólogo, pues sabe que no lo conviene para sus fines políticos. Todo lo contrario. Apostaba, tal vez, a tirar la toalla a un Gobierno agobiado más por el desaliento de la gente ante funcionarios altos y medios que, por su arrogancia cultivada a golpe de manjares y buenos vinos, cada minuto estrellan en las caras de los demás sus poses de nuevos ricos en un momento de graves crisis económica y de seguridad ciudadana.

Para los fines de opinión pública siempre será menos desagradable culpar de los males de fondo a la desnutrida planificación gubernamental que lacerar la imagen del liderazgo oficialista y sacarlo de competencia en una coyuntura harto inflamable que ha tratado de aprovechar el opositor blanco, y puntero en las encuestas, de cara a las presidenciales del 20 de mayo, 2012.

Arrinconados en una esquina del cuadrilátero, exhaustos como nunca en su vida, el Gobierno y el PLD han perdido hasta ahora la gran oportunidad de por lo menos colocar en la agenda mediática tema tan serio, sabroso y chismoso como el que lanzó Danilo. Han dejado esfumar una de las pocas oportunidades para evadirse y reponerse de los golpes que les ha dado la realidad.