Escribir denuncias es una manera de fortalecer el compromiso con la gente especialmente con la gente más sencilla, la mas simple, la más desamparada. Esto está casi en desuso, pero quien escribe tiene el compromiso de escribir por aquellos que no escriben, por el que no puede escribir, por el que no tiene la posibilidad de hacerlo porque no sabe hacerlo o sencillamente, porque le robaron su voz.
Escribir es dar voz a los sin voz. Tú que escribes, nunca olvides eso.
Tú escribe por Virgencita, por el frutero de la esquina, por el campesino que trabaja desde el primer sol hasta el último y por la mujer que se parte el espinazo para abrirse un camino y abrírselo a los suyos. Por esos escribes tú. Ese es tu destino, esa tu misión, esa tu encomienda como escritora y como contadora de historias.
Hace tiempo aprendí que antes de escribir historias en el papel, hay que escribirlas en el viento para que sea el viento que se las lleve y las ponga a circular, mientras más lejos mejor.
Así que, si sientes que tienes la posibilidad, escribe, escribe, y nunca dejes de escribir. Es más, escribe hasta que te respondan las ideas, y cuando las manos no te permitan escribir, entonces escribe tus historias en el aire, que alguien las escuchará. Pero nunca dejes de escribir.
Escribe hasta el último día de tu vida, hasta el último aliento.
Hay que defender siempre el derecho a escribir lo que a uno le dé su maldita gana. Escribe y vivirás.
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