De Bosch a Fidel, Kennedy, Chávez y Obama

Tony Pérez.

Leonel Fernández logró encantar desde 1995 a la juventud, en especial a las mujeres, y ganó tres elecciones consecutivas con más del 50 por ciento de los votos. Ahora agota su tercer período como inquilino de Palacio, sin derecho constitucional a re-postulación hasta 2016.

Su carisma, su cultivado intelecto, sus afinadas destrezas y la difícil coyuntura económica, política y social le ayudaron a que la mayoría de los votantes, pese a la baja instrucción, le celebrara con estruendosos aplausos discursos académicos que quizá no comprendían.

En el 2000 el candidato presidencial Hipólito Mejía, sobre un discurso hueco, empató con el electorado y triunfó.

A la Presidencia le llevaron su ángel, la situación nacional y sus chistes callejeros entonces celebrados frente a la parquedad de su principal adversario, el oficialista Danilo Medina. Cuatro años después, empero, el caos económico y la chercha que tanto le habían favorecido, amargaban como retama y le mandaron para la ducha con la popularidad en el piso.

La crisis económica y social actual ha cambiado el panorama: la gente considera engorrosos los discursos de Fernández que la alborotaban y ha vuelto a celebrar las bromas barriales que le enfurecían del ex Presidente Mejía resucitado.

Es decir, la economía de la población es vital para la imagen de un candidato. Y esa anda mal a causa de factores coyunturales y estructurales internos y externos, sumados a desenfoques de la gestión de Fernández, corrupción administrativa y altanería de funcionarios.

Carga esa pesada cruz Danilo Medina, actual candidato presidencial del Partido de la Liberación Dominicana, perdedor en el 2000 frente a Mejía. Así que sus opciones para salir a buen camino una vez más son limitadas. Y una de ellas es comunicacional, su discurso, como complemento de un urgente cambio de ritmo en las acciones gubernamentales.

Una debilidad que debe convertir en fortaleza o por lo menos neutralizar, es su sequedad sureña, que le hace ver como un hombre distante aunque le caracterice en el fondo su pasión por los demás como al resto de  la población de la región.

Debe él traducir su discurso para que quienes deciden elecciones con el voto, lo entiendan. Le urge huir al yoísmo y agarrarse del tú que es la gente a impactar; reducir la velocidad en el hablar, y ser claro, preciso, conciso, didáctico y sencillo, que no vulgar. En el discurso político el exceso de variables económicas y otros temas complejos lo distancian más de los públicos de este contexto, inhabilitados por la falta de educación para resistir letanías de ese tipo…

Y debe erguirse, sonreír, soltarse, arremangarse la camisa, usar jean, ponerse una gorra bien chévere, comer yaniqueque en la “fritura” de la esquina y atragantarse con clerén… salir de la formalidad excesiva. Difícil para una persona con carácter y personalidad diferentes. Pero él decidió ser político.

A la mano tiene él modelos para emular de políticos famosos que, amén de carisma e ideologías, han sacado buenos dividendos al uso inteligente de la comunicación: Fidel Castro, John F. Kennedy, Hugo Chávez, Barack Obama y su mentor Juan Bosch.

Lo otro sería exponerse en desventaja a un Hipólito Mejía a quien las circunstancias y el Gobierno le han retornado la gracia original y quien, según los sondeos de opinión electoral, en este minuto es el favorito.