Toda novela escrita por un poeta queda impregnada de metáforas y rejuegos estéticos que denotan la impronta del autor por más que éste se esfuerce en ajustar su expresión a los recursos y técnicas del género narrativo. Es lo que ocurre con La Esperanza es de color Azul, recién publicada por el escritor Mario de San Juan, quien hace más de dos décadas obtuvo el aplauso de los lectores con su poemario Tránsito a la Carne, rubricado aquella vez bajo el nombre de Roberto Sánchez.
En el caso de La Esperanza es de color Azul, poesía y prosa conviven armónicamente hasta hacer navegar de manera exitosa el argumento, en contraste con el naufragio que ensombrece las vidas de las gemelas María Ester y Ester María Peralta Romero, porque, como dice el narrador omnisciente, “el mar no tiene compasión de nadie”.
Nacido en San Juan de la Maguana en 1955, el autor construye una intensa novela con sabor a Miches. El paisaje costero, los viajes ilegales en yolas, las experiencias de vidas cambiadas por el éxodo, las heridas amorosas por parejas dispersas, las muertes en el mar sin cristianas sepulturas, con el cotidiano filosofar sobre la suerte y el destino, cautivan al que se adentra en la obra, que identificará de inmediato el ambiente del municipio oriental.
Mientras la gemela María Ester se extingue entre las olas, Ester María vive para contar y continuar ambas existencias, recreando personajes como el cuñado Marcos de la Cruz, pero de manera recurrente a sus padres Diógenes José Peralta Severino y María Romero Romero, tan preocupados por la profesionalización de sus hijos, desalentándoles del mar y la pesca.
Neruda, sobre todo el de Residencia en la Tierra, se reconocería en el poeta Sánchez. Por el narrador lo harían Rulfo, García Márquez y Borges, éste último por los sueños, “trampas de la consciencia”, según la gemela María Ester.