Alguien me preguntó si República Dominicana era un país soberano y si luchaba para que ese principio, por los que nuestros padres de la patria Duarte, Sánchez y Mella, se empeñaron para que fuera una realidad, todavía se practicaba aquí, con todas sus implicaciones, como ocurre en otras naciones libres.
Aunque no me gusta hablar ni escribir de política, pero ante ese cuestionamiento, no pude pasarlo por alto, para expresarle, que me asaltaba la duda, si ahora mi país era soberano o no, en vista de una indetenible invasión silente de nuestros vecinos haitianos, sin que el Gobierno actual adopte medidas drásticas y contundentes, como hacen otras naciones.
Le dije además, que la timidez que demostramos, para impedir que eso ocurra, es por temor a organismos internacionales, cuya injerencia rechazamos tenazmente todos los dominicanos que amamos este terruño en que nacimos y que algún día, nos verá morir.
No es un secreto, que miles de haitianos pasan por nuestra frontera abierta, ante la indiferencia de las autoridades sin que nadie diga esta boca es mía, pero manteniendo una doble moral y diciéndole una cosa al pueblo y el gobierno haciendo otra. Ahora mismo se cree que en el país residen ilegalmente, más de tres millones de haitianos indocumentados.
Pero hay dominicanos, en altas instancias del Poder y de la sociedad, que no entienden ni les importa el concepto de que nuestro país es soberano y son capaces, como piensan los cómplices de los haitianos, de entregarlo para unificarlo con nuestro vecino, cuyo aporte ha sido muy cuestionable durante toda la historia de nuestra nación.
Hay una élite haitiana, poderosamente rica, enemiga de los pobres de su país y son los que viven mintiendo, diciendo que los dominicanos explotan a los haitianos, que los esclavizan y que los mantienen en una situación de apátridas y que le violan sus derechos como seres humanos. Ante esas acusaciones el Gobierno no los ha desmentido públicamente, como debe ser, apenándonos esa situación, y lamentablemente, los organismos internacionales, entre ellos la OEA y la ONU, creen esas mentiras.
Quiénes defienden a Haití: Es una pregunta que tiene respuesta: Estados Unidos, Canadá, Francia y los paisitos del Caricom, entre otros, pero cuando los inmigrantes haitianos llegan, a esos países los deportan hasta enjaulados, demostrando así una doble moral. Estos quieren que nos echemos encima la situación crítica de los haitianos.
Sin embargo, existen muchos dominicanos que están dispuestos a jugársela como sea, a fin de que ese sueño de organismos internacionales, de unificar la isla, que para nosotros sería una horripilante pesadilla, no se convierta en una realidad.
Es muy contraproducente el hecho histórico, que hace 171 años nos liberamos de Haití y ahora personajes enquistados en el poder político y empresarial dominicanos, cuyos intereses son ganar dinero a como dé lugar, ahora quieren ignorar la importancia de este país como nación soberana y libre, en cuyo escudo aparece el lema DIOS, PATRIA Y LIBERTAD, y al parecer aspiran que en nuestro suelo patrio ondee una bandera domínico-haitiana.
Los que ignoran el concepto de soberanía, quiero decirles que es el derecho que tiene el pueblo a elegir a sus gobernantes, sus leyes y a que le SEA RESPETADO SU TERRITORIO. Según esto, habría que considerar que el derecho se tiene frente a alguien y porque alguien lo concede; en consecuencia, habría que convenir en que la soberanía, más que un derecho, es el «poder». Un poder al modo que recoge Jean Bodin en su definición de soberanía.
Según la clásica definición de Jean Bodin, recogida en su obra de 1576 Los seis libros de la República, soberanía es el «poder absoluto y perpetuo de una República»; y soberano es quien tiene el PODER DE DECISIÓN, de dar las leyes sin recibirlas de otro, es decir, aquel que no está sujeto a leyes escritas, pero sí a la ley divina o natural.
Pues, según añade Bodin, «si decimos que tiene poder absoluto quien no está sujeto a las leyes, no se hallará en el mundo príncipe soberano, puesto que todos los príncipes de la tierra están sujetos a las leyes de Dios y de la naturaleza y a ciertas leyes humanas comunes a todos los pueblos».
Al Presidente de la República, licenciado Danilo Medina, a quien admiro y respeto, que no se deje llevar de los personajes que están en su entorno, que desconocen que como Jefe de Estado, usted tiene a su disposición, el inherente poder soberano que le da la Constitución, de deportar a los inmigrantes indocumentados que entran a nuestro país, no importando sus nacionalidades.
Esta inicial definición muestra en síntesis la amplitud del concepto de soberanía, que, como tal, viene perdurando a través de los tiempos, aunque no exento de variaciones a lo largo de la historia en su intento de justificar el devenir del sujeto de la soberanía (el Pueblo, la Nación, el Estado).
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