“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”, Lucas 19:10. Esa es la excelsa y gloriosa manifestación del amor de Dios para con el hombre pecador, que le da la oportunidad de arrepentimiento, recibirle como Señor y Salvador para así disfrutar de la vida eterna.
Mientras Jesús enseñaba, se le acercaron muchos de los que cobraban impuestos para el gobierno de Roma, y también otras personas a quienes los fariseos consideraban gente de mala fama.
Al ver esto, los fariseos y los maestros de la Ley comenzaron a criticar a Jesús, y decían: Este hombre es amigo de los pecadores, y hasta come con ellos. Al oír eso, Jesús les puso este ejemplo: Si alguno de ustedes tiene cien ovejas, y se da cuenta de que ha perdido una, ¿acaso no deja las otras noventa y nueve en el campo y se va a buscar la oveja perdida? Y cuando la encuentra, la pone en sus hombros y vuelve muy contento con ella. Después llama a sus amigos y vecinos, y les dice: ¡Vengan a mi casa y alégrense conmigo! ¡Ya encontré la oveja que había perdido!
Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento. (Lucas 15:1-7).
¡Nadie puede escapar de la mirada de Dios! Según la relación que mantenemos con Él, o nos molesta su mirada, o nos tranquiliza. Si conozco a Dios sólo como juez supremo, seguramente que no me sentiré muy cómodo, pero si por la fe le he recibido como mi Padre, como el que me ama y me ha perdonado, entonces estaré feliz de saber que nada escapa de su control, ni mis problemas, ni mis preocupaciones, ni mis dudas, ni mis penas. Seré capaz de reconocer que cada una de esas circunstancias me invitan a acercarme más aún a Él.
Este día El te sigue buscando y te llama por tu nombre. Sabe lo que te impide volver a Él, pero te recuerda una vez más que Te Ama, tal como eres y tan solo espera que dejes hallarte y le permitas que te lleve en sus brazos. Solo bajo su custodia estarás seguro. Ninguna fuerza exterior ni debilidad interior puede arrebatarte de la mano del Buen Pastor, que dio su propia vida por ti, para salvarte.
Acércate sin temor a Aquel que quiere ser tu Salvador y darte la paz que has estado buscando. Al que puedes confiarle todas tus preocupaciones y necesidades, sabiendo que en ningún momento te desamparará ni dejará porque prometió estar contigo todos los días de tu vida.
No aplaces el momento de dar ese paso. ¿Quién sabe si mañana ya sea demasiado tarde?
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