Ningún presidente que yo recuerde ha demostrado con acciones tanto interés en reformar la Policía como Luis Abinader. Igualmente, es loable su empeño por erradicar la impunidad y perseguir la corrupción.
Ambas son tareas colosales. La pudrición policial y la delincuencia callejera, por un lado, y la corrupción administrativa pública y privada, por otro, parecen Medusas que no sólo repollan cabezas sino también manos y pies. Por eso hay que insistir en que no debe tratarse sólo de proyectos, documentos, denuncias de procesos o anuncios de intenciones.
Lo pensé anoche al ser espantado por un tiroteo a poca distancia de mi casa, en un sector residencial usualmente muy tranquilo. La semana pasada, también, unos asaltantes tirotearon en la Camino Chiquito a una tienda de licores, y los policías que fueron a investigar fueron tan negligentes que no se molestaron en recoger los casquillos de las balas, que conserva un vecino.
La prensa reporta rebrotes de violencia y asaltos callejeros. Para preservar la buena voluntad que ha concitado, el gobierno debe reaccionar.
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