Si usted por erigir la bandera de la lucha contra la corrupción, llega a dirigir una entidad y descubre algo que a todas luces choca contra sus «ideales», alce la voz y no se devore a usted mismo.
Se puede ser culpable de acción y también por omisión, callar ante lo mal hecho es apoyar lo indebido y hacerse el desentendido para después mostrar “dignidad” es típico de farsantes.
Pero, la democracia tiene sus hipocresías y también sus hipócritas; en países subdesarrollados como el nuestro los Tartufos se pasean “como Pedro por su casa”, como “chivos sin ley”.