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Batalla Electoral 2024

¿Denuncia temenaria?

Julio Martinez Pozo

“¿Quién está en lo cierto, Víctor Grimaldi o los funcionarios que han desmentido su denuncia?”, la pregunta me la formuló el pasado viernes en Nueva York, un seguidor de nuestros espacios de radio y televisión.

Mi respuesta: los funcionarios, pero no, necesariamente, porque la revelación del embajador e investigador histórico,parta de premisas falsas, sino porque el enfoque correcto es el de lo que descartan que en el país haya posibilidad de imponer caos.

Grimaldi se ha referido a coalición de intereses locales y extranacionales para propiciar hechos violentos, que forcen una renuncia del actual gobierno para propiciar una provicionalidad, así como del impulso de una estampida de haitianos indocumentados hacia territorio nacional para imponer una situación de hecho.

En su advertencia hay cosas que no suenan muy diferentes a las que se vienen escuchando desde hace tiempo, entre gente que no siente que tenga posibilidad de alcanzar posiciones de trascendencia por la vía propicia en una democracia, la de las urnas.

Esas autoridades que contradijeron a Grimaldi saben que las divagaciones de algunos los llevaron recientemente a desear que en República Dominicana se replicara un clima de protestas violentas, muertes y saqueos, similares a los que se registraron en Haití cuando el Gobierno dispuso un incremento en los precios de los combustibles; y, también tuvieron referencias de encuentros en los que se les ponían nombres y apellidos, a los potenciales presidentes de un interinato.

Lo que ocurre es qué hay despropósitos tan inverosímiles que al delatarlos hacen parecer que la cabeza del denunciante está más calenturienta que la de los que conciben tales locuras, de espaldas a la realidad de una sociedad racional.

El acierto de los funcionarios consiste en no contribuir con dar vigencia a la agenda de los que quieren imponer un clima de incertidumbre, llevando a la mente de la gente preocupaciones innecesarias.

Porque se estén dando revueltas sociales en otras realidades, no significa que estén dadas las condiciones para que se reproduzcan en la República Dominicana. En el pasado, cuando otras sociedades se vieron bajo las amenazas de aventuras revolucionarias, que a lo único que han contribuido es a reproducir pobreza, nuestra democracia continuó su proceso de consolidación.

La desesperación es mayor porque el escándalo Odebrecht, en el que algunos vieron la posibilidad de conducir al quiebre del establecimiento político, no produjo esos resultados por más manipulaciones que se hayan llevado a cabo para tratar de arrastrar al expediente la figura del presidente de la República.

Una bendición ha protegido al país de la maledicencia: su estabilidad macroeconómica y el empuje de su economía, que han permitido que los temas específicos se queden como tales, manejados bien o mal por las instancias correspondientes, sin parir las pobladas luciferinas que algunos  quisieran.

Mientras una representación de minorías se empecina en describir un país tétrico, rumbo al colapso, la inmensa mayoría del pueblo y los sectores productivos del país, teniendo también sus cuestionamientos y críticas, no se dejan arrastrar a la frustración y se las ingenian para seguir adelante.

Otra característica del mercado electoral dominicano es que no compra improvisaciones, que un comediante aquí o allí haya salido de repente y concitado el apoyo de los electores, ha ocurrido en países donde se ha verificado el colapso del sistema de partidos, pero no ha sido factible en nuestra realidad, donde la nomenclatura puede acusar desgastes, pero a la hora de la urnas es imbatible.

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