De Felipe Mora. Añoro aquellos tiempos en que nos deleitábamos dándonos chapuzones en otrora cristalinos charcos del río La Savita, que surca valles, colinas y ensenadas de la provincia Monte Plata. Sin ningún temor, nos dábamos el lujo de saciarnos la sed kilómetros aguas abajo. Hoy, ese afluente del Ozama, como éste y otros tantos, han pasado a ser enormes cloacas. En nuestros ríos, la sinrazón humana vierte desechos de todo tipo, con una explotación criminal. Antes que sea muy tarde, Valle Nuevo, santuario de las aguas, no puede esperar más por ese desalojo.