Quizás pudo y debió evitarse el lío con Canadá por su precipitado anuncio de que instalaría en Santo Domingo una oficina para coordinar asistencia para la policía de Haití. La pifia incluye no socializar el asunto ante una opinión pública justificadamente hipersensible, sorprendida por la intención de Canadá.
Asistir a Haití es precisamente lo que el gobierno dominicano viene solicitando en la ONU, pero guardando las formas. Haití es demasiado importante para que el gobierno haga tanto caso a políticos sin votos, reperperosos pero infecundos, cuyo secuestro del patriotismo, ¡patrioteros!, ha perjudicado mucho a la patria. Bien que se les complazca como aliados en lo posible, pero no hay que temerles hasta incordiar a Canadá para evitar sus berrinches. Mejor habría sido lograr la ayuda deseada.
Cuando el gobierno vuelva a opinar sobre Haití, defendiendo el interés dominicano, si algún extranjero le imputa falta de autoridad moral por este incidente, habrá que agradecer la afrenta a los habituales sospechosos, más logreros que patriotas, aunque en este desencuentro fue Canadá que inicialmente metió la pata. Hay aliados que desayudan….