Hace 33 años y 7 meses que
llegué a Teleantillas y ya acumulaba 19 años en la profesión de periodista, el
mejor oficio del mundo, según Gabriel García Márquez. Han pasado muchísimas lunas e incontables acontecimientos. Seis semanas
después, el 17 de marzo del 1987, conmemorando el 12 aniversario del martirio del
compañero periodista Orlando Martínez,
iniciamos el telediario Uno+Uno,
Son 403 meses, 1,706 semanas, 12 mil 255 jornadas de sol brillante y de días nublados, de
esperanzas y desilusiones.
Al celebrar el 25 aniversario de Uno+Uno, hace 8 años, comencé a anunciar mi retiro de la televisión, convencido por el Eclesiastés, de que “todo tiene su tiempo bajo el sol, tiempo de sembrar y tiempo de cosechar, un tiempo para esparcir piedras, y tiempo para recogerlas, tiempo para abrazarse y tiempo para despedirse”. Ha llegado el momento de la despedida de la televisión, la que comencé hace 5 años, al declinar la dirección de la información de Teleantillas, que recayó en el querido compañero Adalberto Grullón.
En marzo del 2017, cuando celebramos el 30 aniversario de Uno+Uno, dije que quería dejar el espacio a representantes de las nuevas generaciones, que rechazaba la tradición de los dirigentes dominicanos de ocupar los cargos hasta la muerte. Porque como escribió Lockward “los años fueron transcurriendo y se fue perdiendo el buen tiempo que pasó”.
Dije entonces que sólo
permanecería en la televisión hasta que transcurriera el proceso electoral del
2020, porque entendía que iba a poner en juego la institucionalidad
democrática. Pues ya pasó y afortunadamente la institucionalidad prevaleció.
Como he pretendido toda la vida ser coherente, he aquí que hoy me despido de la
televisión, sin dejar de reconocer la inmensa tristeza que me embarga y la
nostalgia que ya comienzo a sentir.
Gratitud a los
empresarios
Cuando don Pepín Corripio me
solicitó dirigir la información de Teleantillas y establecer un telediario
matinal competitivo, le pregunté si sabía cómo era yo de exigente. Le advertí
que yo no duraba mucho en los empleos
periodísticos, que donde más tiempo había estado era en la dirección del diario
El Sol, por 3 años y medio. Y precisé que nunca me habían botado de un empleo,
casi siempre de director, que era yo quien me iba, cuando me achicaban la
libertad.
Y he aquí que en Teleantillas he pasado más de 33 años y me
voy con profundo agradecimiento, por don Pepín y sus hijos, que no sólo me permitieron ejercer la
profesión con la mayor libertad posible, sino que además me han honrado con un
tratamiento familiar, con gran afecto.
Hay muchos otros empresarios a quienes debo gratitud, como a
don Alejandro Grullón y su hijo Manuel Grullón, a los hermanos León Asencio, especialmente a
don José, a Rafael Perelló y su familia, a Luis Molina Achécar, al recién
desaparecido fundador de Utesa, Príamo Rodríguez y a otros que me dieron aliento en tiempos de tormentas tropicales.
Hay tanta gente a la que
tendría que buscar para abrazarla y expresarle gratitud que resulta imposible. A
varios de ellos los fuimos perdiendo en el camino, como mi querida asistente
Ana Tejada, los jefes de redacción
Moisés Blanco Genao y Julián Cabrera, los reporteros Jaime Wilmore, Felicia González y Daniel Martich. Y el inigualable productor y
editor Frank Durán.
Como director
de orquesta
Gratitud a los que me
acompañaron en la fundación de Uno+Uno, Luis González Fabra, Luis Concepción, Sergio
Cueto, Lidia Ariza, Francis Moya, Bienvenido Alvarez Vega, Patricia García, Alicia
Custals y Marcia Facundo. A las asistentes Erica Guzmán, Julieta y Ana Tejada, Keidy
Matos, Yaniris Guzmán y Carla Araujo. A comentaristas, entrevistadoras y
presentadoras del temple de Margarita Cordero, Ana Selman, Ana Mitila Lora, Altagracia
Salazar, Veri Candelario, Josefina Navarro, Adriana del Conte, Dannira
Caminero. O periodistas de la categoría de Fausto Rosario, Félix Calvo, Gustavo
Olivo, Erick Mendoza, Damaris Ramìrez, Arelis Ceballos, Kenya Carmona, Carlos
Julio Félix, Altagracia Paulino, María Scarbay, Susana Flete. Y camarógrafos
como Marcos Reyes, Hamilton Cabrera, Luis Méndez y muchos más.
Tampoco podemos olvidar a los directores técnicos Daniel
López, Rafael Gil, Robinson Martínez, Claudia Florimón y productores Miguel de
Mena, Etzel Báez, Sandy Rosario y Manuel Leger,
a las maquillistas Isabel Martain y Kenya Mendoza, y los imprescindibles utilitis Miguel Angel Núñez y Doña
Elpidia La Paix,
Mención muy especial para
los héroes Gary Castillo, Roberto Feliú, y Adalberto Grullón, que me han
soportado 33 años y se mantienen en Teleantillas. Y para el querido sociólogo
de la “pelótica” nacional Cándido Mercedes, un colaborador voluntario que nunca
cobró en Teleantillas y estaba presente casi todos los días en la última
década.
Mi mayor orgullo ha sido
dirigir una orquesta, tratando de sacar de cada ejecutante las mejores notas
para conformar una armonía. Los éxitos son colectivos, las deficiencias de mi
responsabilidad. Por eso lo que más añoraré será a la gente que me acompañó por
estos caminos de la comunicación en un país aún muy pobre, donde todavía es un
privilegio disfrutar de agua potable y energía eléctrica de forma permanente,
lo que a veces provoca desesperanza y frustración.
Valores de la
comunicación
Definimos a Uno+Uno
como principio y fin de la comunicación,
que es la sumatoria de los seres humanos, hacer común sus sueños, sus luchas, sus esperanzas,
defender sus derechos, promover la inclusión social, repeler las desigualdades.
Veníamos cargados de sueños
y utopías que nos hacían caminar, convencidos de que detenernos era
petrificarnos en medio del camino, como la mujer de Lot. Somos de la generación de los sesenta, cuando Danny
León escribió aquel poema que ganó el segundo festival de la canción dominicana
en 1969, interpretado por July Morales, que anunciaba “un nuevo mundo, inmenso
y armonioso, donde las noches serán tan claras como la luz del día”.
Entonces los periodistas luchábamos
por dar contenido a la comunicación plural, de “Un solo mundo con voces
múltiples”, como proclamó el informe Mc Bride para la Unesco en 1980. Aùn en
Uno+Uno, dedicaba tiempo a la docencia, a las actividades gremiales para la
superación profesional, y a organizaciones sociales, como Participación
Ciudadana.
Llegué a la televisión para tratar
de dar voces a los que no la tenían, para abrir la pantalla de manera que todos
los sectores pudieran defender y promover
sus intereses, no solamente los de grandes intereses.
Siempre a la
vanguardia
Nos mantuvimos en la
vanguardia, en la promoción de la inversión en educación y salud, en la
reivindicación del oro de Cotuí, de la bahía de las Aguilas, del parque Los
Haitíses y de los lechos de los ríos. En el rechazo a la ignominia de la venta
del barrio Los 3 Brazos. Nunca faltamos a una cita con las reformas políticas e
institucionales, ni a la defensa de las elecciones democráticas, en lo que
gastamos una alta proporción de nuestras energías, como debatiendo el nuevo código
laboral o el sistema de seguridad social.
No transamos con los
responsables de los fraudes bancarios que hundieron la economía nacional, ni
con los corruptos. Y cuando se materializó el genocidio civil de la sentencia 168-13
no nos dejamos chantajear de los que nos tildaron de traidor a la patria, hasta
que logramos la ley 169-14 que devolvió
la nacionalidad a 55 mil personas, según
el listado publicado por la JCE, que con un promedio de dos dependientes, que
también estaban afectados, libramos de la apatridia por lo menos a 165 mil
personas.
Tampoco renunciamos a la
defensa de los derechos de los inmigrantes, los que nos llegan y los nuestros
que se han ido, todos seres humanos en búsqueda de mejor vida. Sin dejar de
abogar por eficientes y justas políticas migratorias. Tampoco transigimos con
el asesinato de muchachos pobres, delincuentes y presuntos delincuentes, y a
menudo inocentes, ejecutados en la práctica primitiva de los llamados
intercambios de disparos. No defendimos delincuentes, sino derechos de seres
humanos.
Desde el inicio de la
profesión me definí como feminista, porque quería promover los derechos de esa mitad de los seres humanos
que son las mujeres, lo más hermoso sobre la faz de la tierra. Estamos aún
lejos de la equidad, pero hemos contribuido a importantes avances.
Con Mario Benedetti
aprendimos a “defender la alegría como una trinchera/ defenderla del escándalo
y de la rutina/ de la miseria y de los miserables/de las ausencias transitorias
y de las definitivas/ defender la alegría como un principio/ defenderla del
pasmo y de las pesadillas, de los neutrales y de los neutrones”.
Nunca nadie nos demandó por
el trabajo televisivo, ni nos creímos infalibles y cuando se nos mostró el
error, no dudamos en rectificar. Porque como legó León Felipe, a estas alturas
de tres cuartos de siglo, “estoy hecho de un barro que no está bien cocido todavía”.
Preocupado por
los medios
Me retiro y espero una vida
menos angustiada, más tranquila, después de 62 años de trabajo. Y sacar tiempo
para editar unas memorias de las cosas que no pude escribir ni decir en el
ejercicio del periodismo.
Confío en el relevo de las
nuevas generaciones de periodistas con sensibilidad social y convicciones de
que la comunicación es común o no sirve para nada. Aliento a los que quedan
responsables de Uno+Uno, a los compañeros y compañeras que hoy, con más
sacrificios que nunca, lo hacen posible. En especial a los ejecutivos de
Teleantillas.
Me llevo la preocupación por
la crisis del periodismo, agudizada por las derivaciones económicas del
coronavirus, que ha afectado gravemente a los medios de comunicación,
especialmente a los periódicos y hasta a la televisión. Habrá que auspiciar
políticas públicas para ayudarlos a sobrevivir y a recuperarse, porque han sido
y son fundamento de la libertad de información, que tanto ha contribuido a la
preservación de la institucionalidad democrática. Y para preservar el empleo de
miles de trabajadores, empleados directos e indirectos, incluido cientos de
periodistas.
Me voy agradecido de los
dones de Dios, de los maestros, de la vida, y de los que me cobijaron, me
rodearon y me alentaron Todos dieron
sentido a mi vida, como mi esposa Ada y nuestros hijos José Yude, Jennifer,
Julio, Hilda, y Juan Gabriel, cuyo amor me ha sustentado en estos caminos. Por
siempre, con el canto alegre del que espera un nuevo día.-