Deterioro político regional

La apertura de una embajada rusa en Santo Domingo, anunciada recientemente, probablemente se deba a que desde Caracas su embajada no puede ya operar en Santo Domingo dadas las restricciones de vuelos.

El entorno geográfico que rodea a nuestro país se está deteriorando políticamente.

En Centroamérica la situación empeora. No solo tenemos a la dictadura nicaragüense deportando en masa a grupos religiosos y negándoles simultáneamente la ciudadanía, sino que en Honduras el gobierno de Xiomara Castro derogó unilateralmente un viejo acuerdo internacional de extradición con Estados Unidos para así impedir que líderes del negocio de las drogas sean deportados hacia el norte. Y es que ya por lo menos un expresidente de ese país está preso en Estados Unidos. Lo anterior evidencia que el narcotráfico influye cada día más en el gobierno de Honduras. En El Salvador es cierto que ha disminuido mucho la criminalidad, pero eso se ha logrado a expensas de las libertades públicas. Por suerte en Guatemala Bernardo Arévalo, hijo del célebre Juan José Arévalo, gobierna allí, aunque con mucha debilidad dado que enfrenta un sistema judicial demasiado autónomo y también politizado. En contraste, Costa Rica y Panamá, aliados políticos de la República Dominicana dentro de un esquema internacional, sobreviven esa crisis regional que ahora abarca también a un México donde Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha logrado enmiendas constitucionales que implican que los jueces serán elegidos por el voto popular, lo que deteriorará mucho el sistema de justicia afectando el ambiente para los inversionistas internacionales. Por cierto, ese deterioro pueden aprovecharlo las zonas francas dominicanas. Más al norte aún, mientras escribo estas líneas, el ultraderechista Donald Trump tiene todavía un 50% de posibilidades de ganar las elecciones y si las pierde probablemente no reconocerá su derrota.

Lo de Venezuela lo veo como una dictadura que permanecerá en forma indefinida y la situación en Colombia luce muy deteriorada. Los cuatro países latinoamericanos con más bajo ingreso per cápita son precisamente Haití, Nicaragua, Honduras y Venezuela, y no por coincidencia se caracterizan por la presión migratoria que esa situación, entre otras, ejerce sobre su población.

En Europa, debido a los flujos migratorios procedentes de países islámicos, los partidos de la ultraderecha cada día tienen más popularidad. Recientes elecciones en lo que antes era la Alemania del Este comunista han dado la victoria a los ultra nacionalistas. En Francia Marine Le Pen cada día es más popular y ya en Italia Giorgia Meloni preside su Consejo de ministros. En Holanda el parlamentario Gert Wilders cada día tiene más influencia.

En Haití lamentablemente el progreso va demasiado lento. No han llegado suficientes tropas y el dinero disponible de parte de países donantes es escaso. Los delincuentes siguen controlando gran parte de Puerto Príncipe, lo que provoca no solamente una fuerte migración hacia los pueblos del interior, sino también hacia el extranjero, incluyendo nuestro país. Es probable que ya existan más haitianos viviendo en Norte, Centro y Suramérica, así como en Europa, que en nuestro propio país. Además, existe la lamentable división dentro del seno del colegiado gobierno haitiano. Estados Unidos aparentemente ha vuelto hacia atrás, por no haber logrado suficientes recursos de su propio Congreso, y ahora piensan convertir en “cascos azules” a las tropas extranjeras que ya están en Haití, las cuales entonces serían pagadas por Naciones Unidas, pero eso requeriría una aprobación por parte del Consejo de Seguridad de ese organismo, lo que a su vez implicaría que sería necesario que ni China ni Rusia veten el asunto. La apertura de una embajada rusa en Santo Domingo, anunciada recientemente, probablemente se deba a que desde Caracas su embajada no puede ya operar en Santo Domingo dadas las restricciones de vuelos.

Finalmente, en nuestro propio país, muy por debajo de la superficie, el muy valiente esfuerzo reciente de nuestro Gobierno ordenando una encuesta sobre la cultura democrática de la población, indica lamentablemente que los dominicanos apoyamos la mano dura, que aceptamos la corrupción dentro del gobierno y que es legítimo que se concedan empleos a correligionarios y familiares.