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Día del agricultor dominicano

De proveerlo de la asistencia técnica, la maquinaria, los fertilizantes y demás insumos requeridos,  el apoyo financiero y logístico, las facilidades de transporte y comercialización y la garantía de una justa retribución a su exigente y tan a menudo riesgoso esfuerzo para mejorar sus condiciones de vida. 

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El 15 de mayo debiéramos estar celebrando todos el Día del Agricultor Dominicano.  En realidad fuera del consabido acto oficial, es una fecha intrascendente para la gran mayoría, pese a que somos un país eminentemente agrícola y a que el agro, aunque no constituye la principal fuente de crecimiento de la economía, si tiene en cambio carácter de riqueza permanente e indispensable como fuente de vida en la medida en que nos provee los alimentos necesarios para conservarla.

Medio siglo atrás, el sesenta por ciento de la población dominicana residía en el sector rural y el resto en las áreas urbanas.  Con el paso del tiempo esas proporciones se han invertido. Pero el fenómeno de la creciente migración del campo a las ciudades data de mucho antes y fue de carácter colectivo.  Ese desplazamiento poblacional comenzó a manifestarse poco tiempo después del término de la II Guerra Mundial, abarcando  los países del continente y obviamente el nuestro.

El deseo de lograr mejores medios de subsistencia y disfrutar de las crecientes comodidades que ofrecía la sociedad de consumo concentradas en la ciudad, que no llegaban al campo, o lo hacían con retraso y alcance limitado, motivó sobre todo a las generaciones más jóvenes a desertar de las rudas faenas agrícolas para moverse hacia las áreas urbanas.  Bajo la presión migratoria, estas crecieron en forma caótica y terminaron aprisionadas por sobrepoblados cinturones de miseria.

Decreció la población rural.  La gradual desaparición de muchos agricultores tradicionales dejó un vacío huérfano de relevo en muchos casos. Escaseó la mano de obra nativa que comenzó a ser suplida de manera creciente por braceros haitianos, algunos de largo asentamiento en el país, otros ilegales.  Cierto que en esa contratación figura el interés de pagar menos por su trabajo. Pero también cuenta el hecho innegable de que cada día el dominicano joven se muestra menos inclinado a laborar en el surco y más proclive a la mucho menos fatigosa tarea del moto-concho.

Enfrentados al reto de incrementar la producción agrícola para garantizar la Soberanía y Seguridad Alimentaria del pueblo dominicano y suplir la demanda del turismo, la agro-industria y el mercado internacional, la celebración de este día debe servir de recordatorio sobre la  necesidad de prestar la máxima ayuda a nuestros agricultores.

De proveerlo de la asistencia técnica, la maquinaria, los fertilizantes y demás insumos requeridos,  el apoyo financiero y logístico, las facilidades de transporte y comercialización y la garantía de una justa retribución a su exigente y tan a menudo riesgoso esfuerzo para mejorar sus condiciones de vida.

Una realidad de la que debemos estar siempre conscientes es que pese a todos los impresionantes avances, facilidades y comodidades que nos proveen la ciencia y la tecnología en continuo avance,  la tierra y el agua constituyen los dos elementos esenciales que permiten garantizar la continuidad de nuestra vida y la del planeta que nos da acogida.

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