Sigue el ronroneo sobre la necesidad de una reforma fiscal para después de las elecciones. Entiendo que la apoyan los mejores economistas y los organismos internacionales que monitorean la economía dominicana. Quizás hasta los empresarios estén de acuerdo, siempre que sea con aminoplismo, para que aprieten a otros.
Recibí ayer un mensaje de un apreciado lector, profesional exitoso y brillante, cuyo dolín merece atención: “¿Una reforma fiscal? ¿Para qué? Se roban el 4 % del PIB destinado a Educación, sin consecuencias judiciales, por citar sólo una de muchas barbaridades. Quienes estamos acogotados con impuestos debemos buscar cómo meter en cintura a los políticos. Una reforma fiscal será traumática y contraproducente. Deben racionalizar el gasto público para que el potosí que recaudan alcance. Y que rindan cuentas. Por ejemplo, el tránsito es insufrible y la ineficaz Intrant, que no ha hecho casi nada, anunció proyectos multimillonarios a cinco años. Hace falta ordenar todo esto. Si seguimos amemados nada cambiará”.
Mucha gente honesta y decente concuerda. El Gobierno debe atender su preocupación pues son los votantes que llevaron a Luis Abinader al poder y que casi seguramente lo reelegirán.
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