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Dios es real y nos habla

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Una jovencita entró llorando a una iglesia porque su madre que sufría de cáncer había sido desahuciada por los médicos en Estados Unidos y se encontraba en el país, ya postrada, esperando el desenlace final. Pidió oración a los hermanos de la iglesia, la cual visitaba, para que Dios hiciera el milagro de sanar a su progenitora.

Tras orar, uno de los miembros de la congregación sintió que Dios le hablaba y que le dijera a la atribulada  joven que quería hacerlo de nuevo, pero delante de la enferma, porque sentía que iba a suceder algo sobrenatural.

Así ocurrió, y luego de orar ante la enferma, oyó la voz de Dios, decir que exhortara a la señora a  testificar públicamente de su sanidad, lo cual sucedió catorce días después, manifestándose así la gloria de Dios.

Dios continúa hoy hablando y revelándose a hombres y mujeres que están dispuestas de oír y obedecer su voz, como es el caso de un joven que había estado  en un estudio bíblico. El pastor había hablado de escuchar y obedecer la voz del Señor. El joven no pudo evitar pensar, ¿Dios habla con la gente hoy? Después del servicio, salió con unos amigos a tomar un café y comentaron el mensaje. Varios contaron cómo Dios los había guiado en diversas oportunidades. Ya eran las 10 de la noche cuando el joven emprendió el regreso hacia su casa.

Sentado en el auto comenzó a orar: «Dios, si todavía hablas con la gente… por favor háblame a mí. Yo te voy a escuchar. Voy a hacer todo lo que pueda por obedecerte.» Mientras manejaba por la calle principal de su ciudad, tuvo un pensamiento extraño: parar y comprar un litro de leche. Sacudió la cabeza y dijo en voz alta «¿Dios, eres tu?» Como no obtuvo respuesta, siguió camino hacia su casa. Pero, nuevamente el pensamiento: «compra un litro de leche».

El joven recordó como el pequeño Samuel no reconocía la voz del Señor y acudía a pedirle ayuda a Elí. «Esta bien, Dios, en caso de que seas tu, voy a comprar la leche.» No parecía una prueba muy difícil de obediencia. La leche siempre es útil. Se detuvo, compró el litro de leche y siguió camino hacia su casa. Cuando estaba por pasar la calle 7, sintió de nuevo el impulso, «Dobla en esta esquina.» «Esto es una locura», pensó y pasó de largo la intersección. De nuevo, tuvo la sensación de que debía haber doblado en la calle 7. Así que en la siguiente intersección dobló y volvió hacia la calle 7. Medio en broma dijo en voz alta, » OK Dios, así lo haré».

Anduvo por varias cuadras, cuando de repente sintió que tenía que parar. Estacionó y miró a su alrededor. Estaba en una zona semi-comercial de la ciudad. No era de las mejores, pero tampoco era lo peor. Los negocios estaban cerrados y la mayoría de las casas estaban oscuras, como si sus habitantes ya se hubieran ido a dormir. Otra vez sintió algo, «Anda y dale la leche a la gente de la casa de enfrente. El joven miró la casa. Estaba oscura y daba la impresión de que la gente se había ido o estaba durmiendo.

Empezó a abrir la puerta y se volvió a sentar en el auto. «Dios, esto es una locura. Esa gente debe de estar durmiendo y si los despierto se van a enojar y yo voy a quedar como un estúpido».  Nuevamente sintió que debía ir y darles la leche. Finalmente, abrió la puerta del auto y dijo «Está bien, Dios, si eres tu, voy a ir y les voy a dar la leche. Si quieres que quede como un loco, está bien. Quiero ser obediente. Supongo que eso servirá de algo pero si no me contestan rápido, me voy.» Cruzó la calle y tocó el timbre.

Se escuchaban ruidos que venían desde adentro. Un hombre gritó: «¿Quién es? ¿Qué quiere?» Y la puerta se abrió antes de que el joven pudiera salir disparando. El hombre que abrió tenía jeans y una remera. Parecía que recién se había levantado de la cama. Tenía una mirada extraña y no parecía muy contento de ver a un extraño parado en la puerta de su casa.

«¿Qué quiere?» le preguntó El joven sacó la botella de leche y dijo, «Aquí tiene, esto es para usted.» El hombre tomó la leche y corrió por el pasillo hacia adentro hablando en español. Luego vio pasar a una mujer llevando la leche a la cocina. El hombre la seguía cargando un bebé en bazos. El bebé lloraba. El hombre tenía los ojos llenos de lágrimas y le dijo casi llorando: «Estábamos orando. Tuvimos que pagar muchas cuentas este mes y nos quedamos sin dinero. No teníamos leche para nuestro bebé. Le estábamos pidiendo a Dios que nos muestre como conseguir leche». La esposa desde la cocina gritó: «Le pedimos que mandara a un ángel con un poco de leche. ¿Es usted un ángel?

El joven buscó su billetera, sacó toda la plata que tenía y la puso en la mano del hombre. Dio media vuelta y volvió a su auto. Las lágrimas corrían por su rostro. Se dio cuenta de que Dios todavía contesta nuestras oraciones. Esto es simplemente una prueba.

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