Desde hace tiempo la sociedad dominicana se ha sentido preocupada por la deficiencia en la aplicación de la justicia contra aquellos que violan las leyes establecidas, lo que afecta el buen desenvolvimiento del país.
Los inversionistas nacionales y extranjeros son renuentes a invertir sus capitales en países donde la justicia es cuestionada y perciban que sus inversiones no cuenten con un marco legal confiable.
Los casos de corrupción denunciados y los pocos que han sido llevados a la justicia han dejado mucho que desear.
En este país vemos con pena el caso de jueces, destituidos tras ser juzgados por la Suprema Corte de Justicia, por haber adjurado a sus principios al aplicar un “no ha lugar” a personas acusadas de delitos y con pruebas contundentes e irrefutables que los incriminan.
La mala aplicación de la justicia, favoreciendo al culpable y condenando al inocente, es algo que se estila no solo en este país, sino en otros. Esa es parte de la discriminación que Dios rechaza.
Según Deuteronomio 34:2, Dios es justo y recto; todos sus caminos son justos y no hay iniquidad en Él. Él es la Roca (Deut. 32:4), y “la justicia y el derecho son la base de su trono” (Salmos 972). Dios es el autor de toda justicia: es quien autoriza al rey (Sal. 72:1-4) y al juez (Sal. 82).
En la Ley Mosaica y entre los profetas de Israel se previene contra el soborno de jueces por gentes influyentes. “No harás injusticia en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande, con justicia juzgará a tu prójimo”, (Levítico 19:15).
Al respecto, las Sagradas Escrituras dice: “Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Israel, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque vendieron por dinero al justo, y al pobre por un par de zapatos”.
Dios es claro, enfático y justo, y por eso está dispuesto siempre a hacer justicia porque Él conoce lo que hay dentro del corazón de cada persona, no importando su nivel social. Y recuerda que: “También estos son dichos de los sabios: Hacer acepción de personas en el juicio no es bueno”, (Proverbios 24:23).
El Señor Jesús conoce, como Creador, qué hay en el interior del hombre, no importa que sea cristiano o no, por lo que no se debe ni siquiera pensar caer en el pecado de la discriminación.
“Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad que nadie le diese testimonio del hombre, pues el sabía lo que había en el hombre”, (Juan 2:24).
Ningún hombre podrá escapar del juicio divino, porque “Jehová es el juez de toda la tierra” (Sal. 9:4).
Cuando los hombres y los pueblos infringen las condiciones del pacto, (es decir, la ley) y de su relación con Dios, la justicia de Dios los condena y castiga.
“Y el fruto de la justicia se siembra en paz para aquellos que hacen paz”, (Santiago 3:18).
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