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“Dios trabaja en forma Silenciosa”

Un cordial saludo a todos mis queridos lectores.

Ciertamente hay muchos que no creen en Dios, por lo menos yo soy muy feliz creyendo y estando muy convencido en que todo fue creado por El. El pensar que no vine del mono, me causa placer enorme, pues nunca he visto ningún mono que se haya convertido en hombre, manejo una computadora o un automóvil. Siempre he visto que el mono sigue rascándose la cabeza, haciendo monerías para entretener al hombre, comiendo bananos, y metidos en el zoológico o internados en la selva.

Sé que Dios trabaja en forma silenciosa, lo he podido comprobar no una vez sino muchas, y sé que muchos de Ustedes lo han comprobado también aunque a lo mejor aquellos que no creen en su existencia le llaman casualidad, pero sé que las casualidades no existen, las cosas suceden porque hay una razón, que solo Dios conoce.

Quiero contarles a Ustedes una historia que llego a mis manos no por casualidad porque repito que no creo en ellas, estoy convencido que llego a mis manos por alguna razón que cual es, no lo sé, solo Dios lo sabe, y lleva por título El Mantel, y dice así: “Un nuevo Sacerdote, recién asignado para reabrir una Iglesia en los suburbios de Brooklyn, New York, llegó a comienzos de Octubre entusiasmado con su primera oportunidad. Cuando llegó a la Iglesia se encontró con que estaba en pésimas condiciones y requería de mucho trabajo de reparación, Se fijo la meta de tener todo listo a tiempo para la Nochebuena. Trabajó arduamente, reparando los bancos, revocando las paredes, pintando, etc., y para el 18 de Diciembre ya había concluido con casi todos los trabajos, adelantándose a la meta trazada. El 19 de Diciembre cayó una terrible tempestad que azotó el área por dos días completos. El día 21 el Sacerdote fue a ver la Iglesia. Su corazón se contrajo cuando vio que el agua se había filtrado a través del techo, causando que un área considerable del revoque, de unos 20 por 8 pies había caído de la pared frontal del santuario, exactamente detrás del púlpito, dejando un hueco que empezaba como a la altura de la cabeza. El Sacerdote limpió el desastre en el piso, y no sabiendo que más hacer sino posponer el servicio de Nochebuena, salió para su casa. En el camino notó que una tienda local estaba llevando a cabo una venta del tipo mercado de las pulgas, con fines caritativos, y decidió entrar. Uno de los artículos era un hermoso mantel hecho a mano, color hueso, con un trabajo exquisito de aplicaciones, bellos colores y una cruz bordada en el centro. Era justamente el tamaño adecuado para cubrir el hueco en la pared dañada. Lo compró y regresó a la Iglesia. Ya para ese entonces había comenzado a nevar. Una mujer mayor iba corriendo desde la dirección opuesta tratando de alcanzar el autobús, pero finalmente lo perdió. El Sacerdote la invitó a esperar en la Iglesia, donde había calefacción, por el próximo autobús que tardaría 45 minutos más en llegar. La señora se sentó en el banco sin prestar atención al Sacerdote mientras este buscaba una escalera, ganchos, etc. para colocar el mantel como tapiz en la pared. El Sacerdote apenas podía creer lo hermoso que lucía y como cubría todo el área del problema. Entonces el  miró a la mujer que venía caminando hacia donde él se encontraba. Su cara estaba blanca como una hoja de papel. Padre, ¿Dónde consiguió usted ese mantel? El padre le explicó. La mujer le pidió revisar la esquina inferior derecha para ver si las iniciales EGB aparecían bordadas allí. Si estaban…Estas eran las iniciales de la mujer y ella había hecho ese mantel 35 años atrás, en Austria. La mujer apenas podía creerlo cuando el Padre le contó como acababa de obtener el mantel. La mujer le explicó que antes de la guerra ella y su esposo tenían una posición económica holgada en Austria. Cuando los Nazis llegaron, la forzaron a irse. Su esposo debía seguirla la semana siguiente. Ella fue capturada, enviada a prisión y nunca volvió a saber de su esposo ni de su hogar.

El Padre la llevó en el coche hasta su casa y ofreció regalarle el mantel, pero ella lo rechazó diciéndole que era lo menos que podía hacer después de la amabilidad que él había tenido con ella. Se sentía muy agradecida pues vivía al otro lado de Staten Island y solamente estaba en Brooklyn por el día para un trabajo de limpieza de una casa.

El oficio de la Nochebuena fue maravilloso. La Iglesia estaba casi llena. La música y el espíritu que reinaban eran increíbles. Al final del servicio, el Sacerdote despidió a todos en la puerta y muchos expresaron que volverían, Un hombre mayor, que el Sacerdote reconoció del vecindario, seguía sentado en unos de los bancos mirando hacia el frente, el Padre se preguntaba porque no se iba.  El hombre le preguntó donde había obtenido ese mantel que estaba en la pared del frente, porque era idéntico al que su esposa había hecho años atrás en Austria antes de la guerra ¿y cómo podía haber dos manteles tan idénticos? Él le relató al Padre como llegaron los Nazis y como el forzó a su esposa a irse, para la seguridad de ella, y como él estaba dispuesto a seguirla, pero había sido arrestado y enviado a prisión. Nunca volvió a ver a su esposa ni su hogar en todos aquellos 35 años. El Padre le preguntó si le permitiría llevarlo con él a dar una vuelta. Se dirigieron en el auto hacia Staten Island, parando en la misma casa donde el Padre había llevado a la mujer tres días antes. Ayudó al hombre a subir los tres pisos de la escalera que conducía al departamento de la mujer. Tocó en la puerta y presenció la más bella reunión de Navidad que pudo haber imaginado”.

Mis amigos, así obra Dios, silenciosamente, hay muchos de nosotros que queremos ver grandes milagros, grandes cosas, pero recordemos que Dios tiene su forma y en el silencio de nuestras vidas es donde en muchísimas ocasiones El obra.

Aprendamos a escuchar la voz de Dios, pues El trabaja en forma silenciosa.

Termino con este corto Versículo 27 del Capítulo 3 del libro de Baruc que dice así: “Has obrado con nosotros según tu inmensa bondad y ternura”.

Hasta la próxima y muchas bendiciones para todos.

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