Con el ánimo afectado por cómo el inesperado cambio de la opinión pública acerca de la eficacia del Gobierno puede dañar la paz social y la gobernabilidad, he tratado de aplicar la sesera para entender qué ha pasado. Tras su contundente reelección, premio político a un excelente primer cuatrienio bajo terribles condiciones internas y externas, el presidente Abinader incurrió en dos costosos errores simultáneos. Prohibió una segunda reelección faltando mas de tres y medio años para las elecciones, desatando legítimas pero extemporáneas ambiciones dentro de su PRM. Intentó una reforma tributaria sin consenso ni socialización previa, lo que soliviantó al país entero. Ambos equívocos han sido respondidos con un fracasado diluvio de declaraciones, promesas, anuncios y gastos de publicidad y relaciones públicas oficiales de casi RD$40 millones diarios. No mejora la credibilidad ni recupera la popularidad del Gobierno. Tanto hablar devalúa el discurso oficial. Los estrategas comunicólogos, soberbios por anteriores éxitos, no distinguen entre decir y hacer. Marean de tantas vueltas. Esa falencia del discernimiento y el exceso de discurso ante déficit de acción, de seguir igual, no augura nada bueno. l discernimiento y el exceso de discurso ante déficit de acción, de seguir igual, no augura nada bueno. Y es penoso porque demasiada gente, entre ellos antiguos opositores como yo, hemos puesto fe y esperanza en Luis.
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