Redacción.- Un equipo científico ha desarrollado un dispositivo electrónico diminuto, más pequeño que la uña del dedo meñique, que se coloca directamente sobre el riñón trasplantado para controlar de manera continua y en tiempo real la salud del órgano.
Los investigadores de la Universidad Northwestern, en Estados Unidos, probaron el implante ultrafino y blando en ratas y aseguran que puede detectar irregularidades de temperatura asociadas a la inflamación y otras respuestas del organismo que surgen con el rechazo del trasplante; y lo hace antes que otros métodos control actuales.
Una vez descubiertas, alerta al paciente o al médico mediante la transmisión inalámbrica de datos a un teléfono inteligente o una tableta. La descripción de este dispositivo de tan solo 0,3 centímetros de ancho, 0,7 centímetros de largo y 220 micras de grosor, se publica en la revista Science.
El rechazo a un órgano puede producirse en cualquier momento después de un trasplante y a menudo es silencioso y los pacientes pueden no experimentar síntomas, señalan los autores del estudio en un comunicado de la universidad.
Esto, apunta el investigador Lorenzo Gallon, provoca ansiedad entre los pacientes. «Nuestro dispositivo podría ofrecerles cierta protección».
La forma más sencilla de controlar la salud del riñón es medir determinados marcadores en la sangre, niveles de creatinina y nitrógeno ureico. Pero sus niveles pueden fluctuar por motivos ajenos al rechazo de órganos, por lo que el seguimiento de estos biomarcadores no es sensible ni específico, y a veces da lugar a falsos negativos o positivos.
El patrón para detectar el rechazo es una biopsia, pero los procedimientos invasivos conllevan riesgos de múltiples complicaciones, como hemorragias, infecciones, dolor e incluso daños involuntarios en los tejidos cercanos, recuerda la universidad, que señala además que los resultados puedan tardar cuatro o cinco días.
El nuevo implante de Northwestern controla algo mucho más sencillo, la temperatura.
Dado que los aumentos de temperatura suelen acompañar a la inflamación, los investigadores plantearon la hipótesis de que la detección de aumentos anómalos y variaciones inusuales de la temperatura podría ser una señal de alerta temprana de un posible rechazo del trasplante. El estudio con animales con riñones trasplantados lo confirmó.
Los investigadores observaron que la temperatura local de un riñón trasplantado aumenta a veces hasta 0,6 grados centígrados antes de que se produzca el rechazo.
Constataron además que el mecanismo detectaba las señales de rechazo hasta tres semanas antes que los métodos de control actuales.
Para fijar el dispositivo al riñón que usa la tecnología bluetooth para enviar los datos, los investigadores aprovecharon la biología natural del órgano.
Todo el riñón está encapsulado por una capa fibrosa, la cápsula renal, que lo protege de posibles daños. El equipo diseñó el sensor para que encajara justo debajo de la capa de la cápsula, donde se apoya cómodamente contra el riñón.
Los científicos lo probarán ahora en modelos animales de mayor tamaño y creen que podría servir para otros órganos trasplantados, como hígado o pulmones.