Las redes sociales han tenido efectos notables en la dinámica política y social: hay una sensibilidad exacerbada, ávida de inmediatez, y las expectativas (de lo bueno y malo) están igualmente agrandadas.
Tenemos mejor sistema judicial que hace veinte o treinta años. Contamos con seguridad social que era inexistente. El transporte público y las carreteras son muchísimo mejor. La clase media, créanlo o no, creció significativamente e igualmente hay menos pobreza. La seguridad pública, que debe mejorar, es menos mala que en Puerto Rico, Venezuela, Haití y hasta Chicago o Washington. El sistema 9-1-1 atiende emergencias de forma insoñable hace una generación. Hay tanta transparencia que las nóminas y compras públicas están colgadas por internet. La estabilidad y el crecimiento son envidiados; la economía diversificada es fundamentalmente robusta.
¡Avanzamos! Pero bajó la tolerancia ante corrupciones e impunidades. Los grandes ladrones políticos pican durísimo, quizás porque calculan sus robos como porcentajes del PIB. Creer que la crisis del PLD realmente pone en peligro nuestras institucionalidad y democracia es un enorme disparate. Pero cuidadito…