SANTO DOMINGO, República Dominicana.- El 16 de agosto, en que se conmemora un nuevo aniversario de la Restauración de la República, no puede transcurrir y verse deslucido con aprensiones y sobresaltos en la elección de los bufetes directivos de los cabildos.
Estos temores han surgido por declaraciones y advertencias sobre la posibilidad de que ese día se produzcan conflictos y confrontaciones violentas en los ayuntamientos.
Aunque los partidos y algunos de sus principales dirigentes se han apresurado a tratar de disipar esa inquietud, asegurando que se respetará el llamado pacto de gobernabilidad municipal, no hay garantía de que el proceso transcurra en paz y orden.
Entonces, ¿es que pecamos de pesimistas o de pájaros de mal agüero?. En modo alguno. Solo nos remitimos a la experiencia de otros períodos en que, pese a ese convenio, denominado pomposamente como una regla de oro, no se ha podido evitar luchas internas que han devenido en penosos espectáculos.
En una sociedad que dice ser democrática, ya no deben producirse estos pleitos, que en el pasado han llegado a producirse a tiro limpio por la dirección de estos feudos y en ocasiones hasta con un sangriento balance de víctimas, como ocurrió en Bonao hace ya algunos años.
¿Qué ejemplo damos a nuestros hijos cuando las personas que dirigen las administraciones municipales no son capaces de comportarse con equilibrio y respeto a los debidos procesos de ley?
El efectivo avance y fortaleza de la democracia dominicana se pone en entredicho con estas rebatiñas, que son muestras deprimentes de autoritarismo, falta de apertura y el manejo de los cabildos como propiedades privadas.
Por eso hemos visto como hay tantas quejas por la forma irregular con que se manejan los fondos de algunos cabildos, lo que ha determinado incluso en la destitución y sometimiento a la justicia de algunos alcaldes.
Lo razonable es que el sábado se acojan las propuestas de los alcaldes y sus respectivos partidos, representados por sus bloques de regidores, para elegir las directivas de las salas capitulares y que la sangre no llegue al río, sino que prevalezca la tolerancia y la coexistencia civilizada, sin ofensa a la Restauración.